Asertivos en el Amor… Siento que sólo me aman cuando puedo aportar o dar algo.

 

Es perturbador, cuando alguien te dice que te ama y a la vez te rechaza o maltrata

Me parece escuchar a alguien decir: ¿Qué? ¡Le saco los pies o le subo los vidrios! Queriendo decir que se apartan y lo alejan de sus vidas. Sí, así piensan muchos en aras del sentido común, aunque no hay garantías de que  les deje de molestar, ni les evita las marcas dolorosas del rechazo, pues terminan pagando con rechazo, el rechazo mismo y con esta actitud, al tiempo podría generarse una amargura profunda por una ira reprimida mal canalizada o dicho de manera sencilla un malestar o pique guardado que con el tiempo echa raíces  que van creciendo y profundizando sin control.

La condición disonante de lidiar con amor, o sea, aceptación y con el rechazo o desprecio a la vez, se hace peor cuando hay un vínculo familiar fuerte del que no te puedes escapar: Padre-hijo/a, Madre-hijo/a, siendo este último el más fuerte de todos. El diagnóstico para esta penosa condición es del Doble Vínculo.

Para plantear solo un ejemplo de doble vínculo, veámoslo en el caso de una madre a un hijo, a quien le dice que le quiere pero no le gusta abrazar; le molesta su presencia haciendo todo lo posible por mantenerlo alejado; le habla de manera cortante y grotesca y le usa sólo para su conveniencia, perturbando al hijo en lo emocional y cognitivo, ya que éste puede preguntarse: ¿Qué pasa con mi madre?  ¿No me quiere? ¿Seré su hijo o no? ¿Le habré dañado la vida? ¿De qué soy culpable?, entre otras cuestionantes.

La permanencia del doble vínculo en una relación puede arribar al punto de enfermar mentalmente al hijo. Este es un cuadro complicado tratándose del vínculo familiar tan estrecho y requiere un abordaje psicoterapéutico con aras de encontrar las causas de rechazo que bien pudieran ser conocidas pero a la vez, estar ocultas. La confrontación y asimilización de la realidad en un proceso estratégico y consciente pudiera aliviar o sanar los síntomas.

En el caso de las parejas amorosas, entiéndase personas que no son familia pero que establecen un vínculo conyugal o amoroso, muchas veces es tan aterrador como el caso de los vínculos parentales, pues la exposición confusa y tan cercana de una persona que aunque no es tu padre ni tu madre, duerme, despierta, come,  vive contigo, genera las actitudes defensivas de sospechas, culpas, celos, desdén, que no dudo lleva a la confrontación y ésta mal manejada lleva a la violencia, que en casos extremos arriba a la muerte.

Entiendes ahora porque no es tan simple hablar de los casos de homicidios, suicidios y feminicidios, como si fuera la única causa culpar a un particular, o chivo expiatorio, cuando todo forma parte de un sistema complejo.

Cuando el individuo entiende que por amor recibe migajas sazonadas de culpas y desprecios y siente que éstas responden  a una necesidad particular de beneficios egoístas, que le hacen sentir cierta satisfacción porque ama, pero a la vez le hace sentir miserable, mendigando lo que le corresponde por reciprocidad y como retribución afronta el sentimiento de ser utilizado, esto activa la desesperación acompañada de agonía y pensamientos destructivos; No quiero presentar que esta sea la única causa, pero sí una de ellas.

Esta realidad no escapa a las relaciones fraternales entre hermanos biológicos o amigos que se comportan como hermanos, donde una de las partes siente que es utilizada y en momentos que espera cariño, siente que le ponen a un lado. Ahora Bien, ya sé que te diste cuenta de que he presentado el tema desde la perspectiva del rechazado, pero, ¿y si le damos un leve giro?

Si el rechazo que un individuo percibe responde a una conducta astiante, donde demanda atención que desespera y como consecuencia recibe el rechazo. Tú me puedes decir, pero eso no lo justifica, yo lo creo, pero no todos saben ser asertivos, es decir poner en orden las relaciones con reglas claras que permitan la sana convivencia y el respeto acompañado de cariño en las mismas.

Si necesitas trabajar un caso parecido a los descritos, te ofrezco dos recomendaciones:

1- Intervenciones psicoterapéuticas.

En manos de profesionales especialistas, que propicie la diferenciación y un nuevo equilibrio en el sistema familiar.

2- Un arrepentimiento genuino y disposición férrea, para alinearse en conocimiento y obediencia a los principios  bíblicos de la doctrina cristiana, que generan verdaderos milagros procesuales a lo interno del individuo y de las familias.

Permíteme plantear sin querer ser simplista, la alternativa que considero  puede funcionar para prevenir las disonancias afectivas:

«Una educación para el Amor Asertivo».

¿De qué se trata esta propuesta?

De incorporar en la formación del individuo a lo interno de las familias, en los curriculums educativos y por qué no en contextos terapéuticos, una educación rica en asertividad  a la par del conocimiento del Amor y sus manifestaciones.

No me refiero a la *Educación sexual* como un paradigma viciado de transculturización; hago referencia a la formación y reforzamiento de una inteligencia emocional que ayude y fortalezca la autoestima del individuo con una valoración de la vida fundamentada en el respeto, la libertad (no libertinaje) y la autenticidad. De esta manera no estaremos formando hijos airados, resentidos, paranoicos, esquizofrénicos, resultado de familias con relaciones confusas y disonantes, que se reproducen llevando como legado comportamientos atípicos ligados al rechazo que detonan en actos indeseados para la sociedad.

De pronto, necesitaré que alguien con Influencia me escuche; ora por mí y  perdona mi atrevimiento.

Es evidente,  que existen cambios fortuitos en el sistema familiar, resultado de movimientos inesperados como crisis vinculadas a  terremotos, accidentes, fracaso financieros, entre otras, cuyos resultados pueden sanar o aniquilar el sistema, pero no es lo más conveniente, mucho menos recomendado, ¡Cuidado! No vayas a hacer una locura.

Por último, quiero animarte que si no te alcanzan las fuerzas para tomar las medidas aquí recomendadas, comparte con alguien confidente tu pena, ésto puede aliviar tu malestar y darte las fuerzas para avanzar; a fin de cuentas una pena compartida es la mitad de una pena.

Si no tienes alguien confidente, te recomiendo mi preferido, Jesús.