La sociedad del saber digital

Conceptos como “sociedad de la información”, “era del conocimiento” o “cultura digital” son pronunciados, demasiadas veces, por los individuos, no importa su nivel académico, sin detenerse a pensar la densidad gnoseológica de ciertos términos, mucho menos a analizar su complejidad.

Empleamos, pues, esas nociones de manera olímpicamente irreflexiva, respondiendo a la moda de las tendencias de lo light; o bien, siguiendo el impulso seductor que envuelve la ilusión de estar hablando el lenguaje de los tiempos.

De lo que se trata, una vez más, es del predominio evanescente de lo emocional sobre lo racional.

Porque, en realidad, si lo pensáramos antes de enunciarlos, esos conceptos no solo nos sirven para describir una condición del estadio moderno tardío o posmoderno de la sociedad, su desarrollo tecnológico y su grado óptimo de pensamiento, sino que, en verdad tienen la capacidad de interpelarnos, de cuestionarnos, ya sea como individuos o como grupos sociales.

Dos destacados pensadores del Departamento de Filosofía de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU) hicieron un alto en el camino de sus investigaciones y reflexiones para hurgar, con sus escalpelos críticos, en las características del pensamiento, ya sea como episteme o como saber, en lo que solemos llamar era, cultura o sociedad digital.

Así nace el libro “El saber en la era digital” (Editora Universitaria, UASD, 2016), de la autoría de Nicanor Ursua, doctor en Filosofía por la Universidad de Munich, quien nos entrega el ensayo titulado “e-epistemología:

¿Sigue todavía vigente el concepto del conocimiento como ´creencia verdadera justificada´ en la sociedad digital?”, por un lado, mientras que por el otro, José Ignacio Galparsoro, doctor en Filosofía por la Universidad de París IV-Sorbonne, aporta el ensayo titulado “Lyotard: la cuestión del saber en la era digital”.

Orbitan en sus esferas de pensamiento predecesores en esta materia como el propio Lyotard, Gadamer, Turkle, Castells, Lankshear, Knobel, Bell, Foucault, Habermas, Bauman, Derrida, Flusser, Han, Nussbaum y Severino, entre otros. Cabe mencionar, de manera particular, la consideración, por parte de Ursua, de las contribuciones a esta atmósfera de reflexión sobre la revolución digital y la cibernética del pensador dominicano Andrés Merejo, doctor en Filosofía por la UPV/EHU y profesor de la UASD.

Ursua afinca su análisis en la necesidad de que lo digital sea pensado como una categoría epistemológica y como un recurso inexcusable del quehacer científico, en tanto que cantera y flujo constante de información, que nos lleva a la era de la “postinformación” y del sujeto digital o el cibersujeto y sus límites.

Penetra y reta las especificidades y fronteras entre información, conocimiento y verdad.

Toca la urdimbre de las identidades digitales. Revienta la seguridad del saber como algo dado y duradero a favor de lo producido, volátil y ensamblado. Cultivar la crítica es la clave de la investigación epistemológica.

Por su parte, Galparsoro relee al Lyotard de 1979, más que como hacedor de la “condición posmoderna”, como propulsor de un “informe sobre el saber” contemporáneo. Ante una presumible epistemología digital, opta por la expresión “epistemología en la era digital”.

Distingue el saber aristotélico, como fin en sí mismo, del saber convertido en mercancía de la modernidad, que condiciona al conocimiento distorsionándolo en un medio para la eficacia técnica “performativa”, el enriquecimiento y el ejercicio del poder.

Así, el saber libre aristotélico deriva en saber esclavo del capital, de la misma manera que las humanidades sucumben ante los saberes pragmáticos y eficientes.

Nietzsche y la “ciencia posmoderna” (unión de conocimiento, filosofía y arte) liberarán la verdad de su aplicación utilitaria, aditiva, sujeta al cúmulo. Información por sí misma no es saber; tampoco es verdad ni libertad.