Por Kelvin Peralta Madera
Repetimos lamentablemente el escenario de la triste realidad de vaguadas constantes, inundaciones, deslizamientos de tierra y sus consecuencias; una gran cantidad de personas damnificadas que por lo visto se incrementa en cada suceso y que a la larga persisten en el Tiempo en su condición desde huracanes o embestidas pasadas. Y me refiero en este artículo a lo que se ha podido prevenir, no así al desastre de fuerza mayor o imprevisto natural que nos toma por sorpresa, hablo de las personas que a sabiendas del peligro, ya sea por necesidad o beneficio construyen a orillas de ríos y cañadas conscientes de los que les puede ocurrir.
Estos tiempos de precipitaciones nos traen un paisaje de desgracia y por demás revelador de la falta inexcusable de políticas públicas dirigidas a controlar y prevenir de una vez por todas que sigan sucediendo este tipo de eventos. Nos encontramos con los que fallecen, las pérdidas materiales y también el enriquecimiento o aprovechamiento de la desgracia por parte de los “vivos” de siempre que no pierden el tiempo en el desastre para hacerse pasar por damnificados; aquellos que construyen en el cauce de los ríos o cañadas con la certeza de que en la vaguada e inundación futura el Gobierno les dará un techo o apartamento que vender.
Nos conmueven las imágenes que los medios de comunicación nos presentan, y hoy con las redes sociales, se vuelven virales junto a los videos de casas flotando, siendo arrastradas o destruidas por el lodo; el aluvión que todo lo arrasa por la madre naturaleza retomando lo que es suyo y aquellos que se interponen ante ello y que en ocasiones pagan un alto precio, a veces con sus vidas. Es lamentable ver que se repita la misma situación de las lluvias, inundaciones y damnificados por esa causa, y lo peor es que nuestros Gobiernos no tomen la decisión firme de minimizar las tragedias previniendo, como debe ser. Se repiten una y otra vez en Santiago las escenas de la guardia tratando de sacar de sus casas a los que las habitan a orillas de los ríos, así como la resistencia de no salir no obstante el peligro inminente del desagüe de la Presa; se repite el traslado de los internos de la cárcel de Rafey por la inundación del edificio entre otros escenarios que como la navidad se han vuelto “la misma pela” como dice el merengue aquel entre Volvió Juanita y ya usted sabe que más.
Debo destacar como punto positivo, que en estos tiempos tristes también contamos con nuestros héroes anónimos, esos miembros de los cuerpos de socorro que de forma voluntaria entregan su tiempo y arriesgan sus vidas para ayudar a las víctimas de estos desastres naturales, esos seres humanos empeñados en servir a su país y al prójimo en estos tiempos de dificultad y carencias, a ellos mi reconocimiento, respeto y gratitud.
El Gobierno debe tomar medidas para futuro, previsiones, y si es necesario sanciones y mano firme en este tema, para que de una vez por todas se regule lo relativo a la construcción de edificaciones u ocupación de áreas de alto riesgo como son las orillas de los ríos o cañadas así como cualquier otro tipo de construcción o accionar que lleve consigo el riesgo y la posibilidad de una tragedia y pérdidas de vidas humanas. Elevo mi oración para todos los afectados en esta catástrofe de lluvias, víctimas y damnificados, otra vez.