Hay que haberlos visto

Por Leonardo Sanchez

“Quién más, quién menos //Se ha tomado a sí mismo como rehén
Y tiene una conciencia todoterreno //Del mal y el bien”
Pero yo fui más lejos//Metí un palo en la rueda de la fortuna
Bajé al sótano en busca de un mal consejo//Usé tus puñaladas como vacuna-Joaquín Ramón Martínez Sabina-
Hay que haberlos visto, como en aquellos tiempos se vieron, y seguro que también usted los vio cuando todavía no mostraban su verdadera faz, la que ahora calientan bajo el sol mientras las cubren con gafas oscuras, como las que también usan en los funerales para ocultar su falta de sentimientos.
Eran como mirlos blancos, ocultando su negra naturaleza.
Hay que haberlos escuchado como los escuchaba; lo que prometían y juraban, y prometen y juran hoy de nuevo, sabiendo que era mentira antes y es mentira hoy lo que juran y prometen igual que lo hacían ayer.
Hay que haberlos leído, porque escribían mucho y publicaban más, porque también publicaban ideas de escritores universales donde percibíantambién sus ideas y sentimientos fingidos.
Hablaban de muchas cosas que, en resumen, significaban honestidad y justicia social, igualdad de oportunidades y uso correcto de los fondos públicos en las necesidades de la sociedad. Y hablaban también de justicia, porque entendían que entonces no la había y que todos los demás eran corruptos, menos ellos, los mirlos blancos e impolutos.
Era la gran promesa, un país organizado con una administración inmaculada donde el peculado no iba a existir y todo lo malo anterior iba a ser castigado de manera ejemplar, con cárceles y confiscaciones de todo distraídoal erario de manera dolosa y corrupta.
Había que haberlos visto, escuchado y leído, porque todo había sido estudiado y para todos los males habían definido una solución en los largos cículos de estudio, obligatorios para la grey.
Y esa fantasía fundamentada en su filosofía proletaria que repartía idealmente todo lo repartible, de repente, se hizo realidad, y el país soñado en solo veinte años ha sido repartido. Y cuando se acabó todo lo repartible, han seguido buscando afuera lo que ya no existe adentro para continuar el reparto.
Y hay que verlos ahora. No solo son las fortunas inexplicables y los autos de lujo en las cocheras de mansiones y segundas viviendas en villas de playa y montaña, han llegado a ser tan mezquinos que, hasta las becas de estudio han sido repartidas entre sus hijitos y relacionados, relegando a todos los demás “a la mejor educación del mundo” en el país que también tiene “los mejores hospitales y el mejor servicio de salud”.
En los mejores lugares de estudio en “America” y Europa, se pueden ver a los jovencitos privilegiados hacer gala de recursos ilimitados con los mejores vestidos y prendas costosas a cargo de las legaciones diplomáticas de Londres, Madrid, Paris, Florencia o Milano, vacacionando en Venecia, Capri o Montecarlo.
Y en los más costosos cruceros en Grecia, exhibiendo el último grito de la moda de Paris, mientras olvidan las bragas Heidi Klum en el asiento trasero de una limo y una copa de Champagne a medio libar marcada de carmín rouge.
Los chicos iluminados aspiran a ser “el hombre nuevo dominicano” con las influencias de Cambridge, Oxford, La Sorbona, Strasbourg, Barcelona o La Complutense, mientras los menos favorecidos han aspirado a Harvard, Stanford, MIT, Berkeley y algunos quedaron tranquilos con Yale, mientras las madres infladas de falso orgullo, miran por encima del hombro a los mortales de la UASD, PUCMM o INTEC.
Hay que contar los Maserati y Maserati Ghibli, Bugatti Chiron o Veiron, Rolls Royce, porque los Mercedes, Range Rover o BMW son para ir al super y hacer otros mandados. ¿Y a quién le importa que suban los combustibles?
Esa generación con “todas las posibilidades” se reconoce enseguida en los lugares públicos porque “empujan” por lo mejor, su “salud” rebosante los distingue, igual que sus vestimentas de “marca” la más cara, sus teléfonos iPhone 10 plus ultra al “ultimo guay”, y su joyería si no es Cartier, mejor no la usan y comprada en Tiffany’s, si no, no.
Están tocando el cielo. La tierra de leche y miel prometida por los profetas modernos que hablan bonito y, además, te llevan en el corazón.
Y hay que haberlos visto antes de salir de la pobreza. Eran tan frugales cuando vendían La Vanguardia y hacían las rifitas, que ahora cualquiera no los reconocería si no usaran los mismos nombres, aunque muchos han cambiado de señora y también de casa y sector, prefiriendo arrullar las masas de silicona, a la piel ya marchita de la antigua señora que, por más que se ha estirado, el calendario no ayuda.
Hay que haberlos visto, viviendo en barrios modestos, clase media baja y clase muy muy baja, cuarterías del kilómetro ocho de la Sánchez, y ahora parecerles que la Torre Caney es una choza que no compite con su Nueva York Chiquito.
Pero siguen siendo ellos, y hay que verlos como hablan ahora. Lo que han hecho y siguen haciendo, ahora que aspiran a seguir cogiendo prestado para que siga el reparto, para que la vieja promesa siga viva.
Hay que haberlos visto con sus ropas raídas, con una cachuchita sudada y descolorida, pegando cartelitos, y matando a martillazos a quien se pusiera en su camino fundamentalista.
Hay que haberlos visto, hablando como don Juan; shesheando como él y teorizando más que él.
¡Y atreversedespués a permitir una ridícula competencia de sombreros con la reina de Inglaterra!
Hay que haberlos visto. ¡Y quien los ve ahora!