Los politicos

Por Luís Céspedes Peña

Son muchos los políticos que se trazan la  meta de llegar al poder, no importe cómo, renunciando al aprecio de amigos,  compañeros, compadres y hasta de familiares, porque lo que más interesa es dirigir el poder, el máximo de una nación, o cualquier otro grado que satisfaga su ambición personal.

Y hasta son capaces de desprestigiar a quienes son obstáculos en su camino, aunque los otros tengan la razón o sean seres más serviles a la sociedad.

Son capaces de inventarse campañas de descréditos, sin importar los daños que causan, si eso ayuda a irles abriendo el camino hacia el poder.

Eso es notorio en los últimos años en la república Dominicana. Y hasta se podría decir que no sólo existe la maldad para la parte política, sino también en otros ámbitos sociales.

El egoísmo político es capaz de dividir a familias que mantuvieron vínculos desde la niñez. El amor parece haberse perdido hasta en las entrañas de los hogares.

Y todo ocurre porque parece que a muchos seres humanos se les olvidó que el destino está marcado. ¡Nadie se escapa de la muerte!

La ambición política, en algunos casos, es tan fuerte que hasta el poder se pone en juego. Es que  nadie quiere ceder.

Y, en otro caso, hay políticos que sueñan con el poder, pero no saben cómo ganarlo. Se inventan acusaciones y luego no tienen cómo enmendarlas.

Y así van perdiendo la esperanza de ganar el poder. Llegar a la Presidencia de un país es una honra, pero no por la vía irregular.

 

Querer forzar a un país a que trace una línea de conducta irregular para tratar de motivar el derribo de un gobierno legítimo, no sólo es confusionista, sino que monta la base para un frustrante destino.

 

Son dos paralelos en la vida de seres humanos incapaces de dirigir un destino social. Si pobres de creatividad son los que tratan de llegar al poder de manera irregular, porque la mayoría de electores no confía en ellos, perores son los que se inventan calumnias para desprestigiar a sus oponentes, quizás más honestos que los acusadores.

Pero este es el mundo en que vivimos.

Gracias por leernos.