¿Evitar mortalidad es más urgente que prevenir enfermedad?

Por Reynaldo Peguero


Reynaldo Peguero; rpeguero.cdes2030@gmail.com
En brotes y epidemias de enfermedades infecciosas en escalada, como el Dengue en estos momentos,
“evitar mortalidades controlables es más racional y efectivo, que intentar prevenir los casos nuevos de la
epidemia generada por la misma causa”.
Ese siempre era el parecer del profesor Roberto Capote Mir y muchos epidemiólogos expertos como
Alberto Ascheiro, Edmundo Muñiz, Leonel Arguello y Jorge Arosteguí. Epidemiólogos y salubristas con
los que estudié, aprendí y trabajé en Centroamérica, Cuba y África.
Las enseñanzas aprendidas de estos maestros enfatizaban en sus alumnos: “a ustedes que serán
profesionales y expertos en epidemiología, les pagarán y retribuirán para que la gente no se muera, no
necesariamente, para que la gente no se enferme”.
Esas eran las expresiones coloquiales mejor sintetizadas por uno de los genios de la salud pública cubana,
ido destiempo, y oficial institucional de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) en Nicaragua,
Roberto Capote Mir.
Así iniciaban, las clases del módulo de epidemiologia de las enfermedades infecciosas en la maestría que
cursé en Centroamérica. Concluí con honores académicos en el Centro de Investigaciones y Estudios de la
Salud (CIES). Un programa de formación en epidemiología apoyado por la Agencia Española de
Cooperación Internacional (AECID) y OPS.
Si la epidemia y el brote no pudieron detenerse, hay que concentrarse en salvar vidas. Deben eliminarse los
huevos y las formas larvarias del mosquito en los criaderos conocidos, para evitar nuevos brotes hasta que
el período estacional que combina elevadas temperatura, lluvia y sequía se supere. Pero este brote ya lo
tenemos arriba.
Estudiamos y practicamos muchísimo, incluso hicimos cursos intensivos en otros continentes como Asia y
África. Sin embargo, éstas y otras sabias recomendaciones nunca se han olvidado. Expresiones que eran el
resultado de la experiencia vivida y contada por el profesor cubano, Capote Mir. Muy en especial, siendo
Cuba el país que sabe acumular miles de casos de Dengue, con una mortalidad casi de cero.
No hay que abandonar ninguno de los dos enfoques. Prevenir enfermedades y contener mortalidades.
Mientras menos enfermos sucedan menos muertes habrá, eso es lo clásico en la epidemiología y la salud
pública. Pero las crisis educan y una epidemia es un crisis, que si se sabe administrar bien, salvará la
mayor cantidad de vidas posibles.
El crecimiento y progresión de casos que acontece en las epidemias, llega a una meseta y a una regresión
de la incidencia acumulada de casos. Las curvas epidémicas del Dengue son piramidales donde sea hace
efectivo actuar en la progresión, en la meseta y en la regresión de casos.
Aunque no se puede bajar la guardia para contener geográficamente el fenómeno, iniciado el brote o la
epidemia, es idealista pretender contener la progresión matemática de casos. Por el contrario, es
estrictamente urgente que haya concentración en contener y controlar la mortalidad.
Se impone desplegar una terapéutica proactiva que evite la deshidratación y el agravamiento de los casos,
tal como se ha estado haciendo. Cumpliendo las normas de atención; que hace más de 25 años se pusieron
en circulación en la Nación y las actuales directrices para el diagnóstico clínico y el tratamiento del
dengue, el chicungunya y el zika 2022 de OPS/OMS.

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Evitar integralmente que la gente se enferme, depende del modo de producción de la nación, sociedad y la
ciudad que se resida. De acuerdo a diversas valoraciones y modelos causales, las enfermedades infecciosas
y no transmisibles, dependen de cuatro (4) grandes factores.
El modo de vida, el medio ambiente, el tipo de modelo de organización de los servicios de salud y el peso
de la estructura genética y biológica de los seres humanos. Ese es el modelo derivado del informe del
ministro canadiense Marc Lalonde, abordaje que sentó cátedra de causalidad de las enfermedades en los
últimos 20 años del pasado siglo XX.
En 2008 aparecieron el modelo causal denominado “Determinantes Sociales de la Salud (DSS)”. Surgieron
de la mano de los análisis conceptuales concertados en la Organización Mundial de la Salud (OMS). Son
factores condicionantes y precipitantes que protegen la salud o precipitan la enfermedad. Incluyen un
conjunto más amplio de fuerzas y sistemas que intervienen sobre las condiciones de la vida o el modo de
vida de los grupos sociales.
Estos factores son el resultado de la distribución del capital, del poder y de los recursos a nivel mundial,
nacional y local. Distribución que depende a su vez del tipo de sociedades y ciudades que estamos
construyendo en esta tercera década del siglo XXI. También dependen de las políticas adoptadas; donde la
distribución desigual de las enfermedades y las cargas de enfermedad, se traducen en las grandes
diferencias en materia de salud entre los diversos países.
El Dengue es una patología infecciosa cuya incidencia depende, especialmente de la relación dialéctica
entre los seres humanos y el ambiente. Igual peso causal tiene el modo de vida contradictorio de los seres
humanos, resultado del forma de producción predominante en un territorio. El ambiente es un gran factor
causal del Dengue, siendo expresión de la armonía o contradicción que acontecen entre medio natural,
medio construido y medio social.
Esta contradicción se pone en evidencia en los brotes y epidemias regionales en América como la actual
del Dengue. Hay que valorar que esta semana epidemiológica 35, el total de casos del continente
americano superó los 3.4 millones de enfermos, generándose 1,617 muertes, con una letalidad de 0.04%.
Los 7 fallecidos confirmados por dengue en la República Dominicana arrojan una letalidad de 0.09, cinco
centésimas por arriba de letalidad esperada. Ahí tenemos un punto crítico.
América hoy tiene más casos de Dengue que en los pasados 10 años. De los cuatro regiones geográficas
consideradas por OPS, el Caribe acumula en esta semana epidemiológica, unos 14,985 siendo la que tiene
menor proporción. De estos casos República Dominicana acumula 7,280 (48% del Caribe). Contrasta el
Cono Sur, encabezado por Brasil que tiene la mayor cantidad, con un total de 2 millones 699 mil casos. La
subregión Andina acumula 466 mil casos y el Itsmo Centroamericano y México, unos 226 mil.
El Dengue no debiera ser un tema de picota pública. Un festín persa realizar show mediáticos donde se
crucifiquen funcionarios públicos y se tire lodo a la gestión que realiza el Estado dominicano. El Colegio
Médico lo ha entendido muy bien; así como el conjunto analistas de opinión y corresponsales en salud.
Debe reconocerse que concluir la planificación estratégica y tener eficiencia para bajar al teatro de
operaciones, es la habilidad resolutiva deseada en servidores públicos o gerentes privados. Es en la calle
donde se imponen los cambios. Esa es la vocación observada en el Ministerio de Salud.
La experiencia del Covid-19 lo demostró. Diagnóstico rápido, facilidades de internamiento con nuevas
dotaciones de camas hospitalarias y tratamiento oportuno, son piedras angulares para manejar con
efectividad, el actual brote nacional de Dengue. Fumigación para eliminar formas adultas del mosquito y
eliminación de criaderos, son tareas que impactan. Sin embargo, el secreto está en el manejo de casos.
Como demuestra el Plan Estratégico Nacional de Salud 2030, las enfermedades causadas por arbovirus,
transmitidas por Aedes Aegyptis; Dengue, Zika y Chicungunya, resultan del peso específico del cambio
climático y la urbanización caótica acelerada.

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Médicos, enfermeras, trabajadores y familiares deben hacer las preguntas correctas. Ante el brote
declarado, toda persona que llegue a una consulta o sala de emergencias con fiebre, debiera ser
considerada sospechosa por Dengue, hasta que se demuestre lo contrario.
Realizar un examen físico inteligente y ordenar un hemograma con medición de plaquetas salvará
muchísimas vidas. Fiebre más piel enrojecida (erupción), ojos rojos, dolores en articulaciones, huesos y
músculos. Dolor de cabeza y detrás de los ojos, sumados a hemograma con evidencias de reducción de
linfocitos y plaquetas con aumento del hematocrito, son indicadores graves.
Son signos de alarma, igualmente, dolor abdominal; irritabilidad y somnolencia; sangrado de mucosas en
boca (gingivorragia), epistaxis (narices), sangrado vaginal no asociado a menstruación. Así lo observé en
Centroamérica, uno de los ambientes continentales más favorables del mosquito Aedes Aegyptis.
Asimismo, acumulación de líquidos valorada por examen físico o imágenes; crecimiento del hígado;
vómitos persistentes y aumento progresivo del hematocrito en dos mediciones consecutivas. Los médicos
deben asegurar hidratación correcta de cada paciente, estando bien alertas, al momento supercrítico,
cuando se reduce de golpe la fiebre y el paciente se “hincha”.
Un país exitoso mantiene la tasa de letalidad por dengue menor de 0.05%. Es decir 1 fallecido cada 2,000
casos. La letalidad se calcula dividiendo los fallecidos confirmados por laboratorio o pruebas post-morten,
entre total de casos diagnosticados con esta enfermedad, multiplicando este cociente por 100. Casos y
fallecimientos ocurridos en un momento y lugar concreto.
El manejo de la hidratación de los pacientes es un secreto de impacto. Se recomienda utilizar esquema de
hidratación oral intensa en pacientes con dengue para disminuir formas graves y complicaciones. Alcaldes
y directores de distrito por ley están obligados a involucrarse. Si así se hace, salvaremos muchas vidas.
El mapa de incidencia acumulada y letalidades acontecidas en la República Dominicana, pone en evidencia
la necesidad de hacer esfuerzos concentrados en el Distrito Nacional, Santo Domingo Este, Santo
Domingo Norte, San Cristóbal y Santiago.