Los años de Balaguer: Nadie me lo contó yo lo viví

 

LUIS ESTRELLA

Eran las 4:00 p. m. de un 30 de abril de 1976, al momento de salir de una reunión, acompañado de un compañero de nombre Roberto Reynoso, en el barrio de Pueblo Nuevo, Santiago. Pertenecía al Movimiento Revolucionario Nueva República- MORENURE, organización de izquierda, que planteaba como línea política, la revolución democrática, antimperialista y anti- feudal.

No habíamos caminado una cuadra, cuando de pronto somos interceptados por varios miembros del servicio secreto balaguerista, encabezados por un temible policía, de apellido Caba. Encañonados y con gran aparataje somos conducidos a un cuartel del barrio, donde somos golpeados y amenazados.

Recuerdo que me acompañaban, el libro de Stalin, el Estado y la Revolución, una revista de China, llamada Pekín Informa y un ejemplar del periódico el Comunista del PACOREDO. Esa misma noche somos trasladados al cuartel central de Santiago, que en ese momento encabezaba el represivo coronel, Melitón Jorge Valdera.

A eso de las 8 pm llegamos al destino y nos encontramos con una pequeña celda con capacidad para 30 personas, pero había como 200 presos. Por suerte alguien de los internos nos conocía y anunció que nos dejaran tranquilos, ya que no éramos presos comunes, sino políticos, lo cual se respetaba hasta entre los delincuentes en esa época.

Esa noche y algunas más tuvimos que dormir parados, observando como cada cierto tiempo buscaban un preso, lo sacaban y al poco tiempo llegaba con las piernas llenas de moretones por los golpes que le propinaban en ese lugar para no dejar huellas. Además, nos entrenamos la primera noche con un personaje que entró al pequeño baño de la celda, para salir embarrado de pies a cabeza de su propia materia fecal.

Antes de la semana mi compañero fue liberado, ya que era sobrino del jefe del servicio secreto, Caonabo Reynoso, quien cuando salió le avisó a mi familia que no sabían nada, ya que vivía en la clandestinidad y nos veíamos cuando la circunstancias lo permitían. En ese momento comenzó la presión psicológica en mi contra, para doblegarme y obligarme a denunciar los demás miembros de la organización.

Su método consistía en ir a la cárcel, llamarte y llevarme a un lugar solitario y oscuro, martillar un arma, colocarla en la cabeza y decir que si no comenzaba a hablar me diera por muerto. En verdad nunca sentí temor, ya que cuando estás radicalizado ideológicamente, crees en una causa y sólo tienes 20 años, lo demás importa poco, porque estás convencido de que haces lo correcto.

En ese estado de presión, amenazas y golpes pasó casi un mes, hasta que por mandato del General Estrella Sadhala, primo de mi padre, fui finalmente liberado. Como era normal en esa época, antes de soltarme me llevan al cuartico que usaban para torturar, donde me dicen que seré trasladado a la Victoria.

Entonces ahí viene el caramelo, cuando me informan que si paso a trabajar con el Movimiento Estudiantil Duartiano, de orientación balaguerista, me dejarían libre y protegido. De inmediato le rechazo la propuesta y les digo que enfrentaré las consecuencias, ya que no había hecho nada ilegal, que no era ningún delincuente y que era libre de tener mis ideas revolucionarias.

Al ver que su estrategia no les iba a dar resultado, llaman a Leo Nicolás, un influyente dirigente reformista de la época y amigo de mi padre, a quien fui entregado. Recuerdo ahora con mucho dolor, cuando llegamos a la casa de mis padres, donde  tenían una reunión de toda la familia, orando por mi regreso. Entré a la casa, no hablé con nadie y salí por la puerta de atrás.

Después de madurar me imagino el sufrimiento de mis padres, su único hijo varón y el más pequeño, excelente estudiante y con todas las posibilidades de convertirse en un excelente profesional. Aunque decidí abandonar todo, vivir en precarias condiciones, con una vida clandestina, llena de peligros, que en cualquier momento como ocurría a diario, fuera desaparecido, asesinado o encarcelando.

Ese día cuando salí de la casa de mis padres, lo hice sin rumbo hasta llegar a la casa de mi prima Margarita Gómez, que vivía en la calle España. Ahí me bañé, comí y descansé un poco. Hice contacto con mi dirigente superior, Eddy Bautista, quien pasó a buscarme, sin antes decirme al verme: “Desertor o soldado de la revolución “. Le dije soldado y nos confundimos en un abrazo, como lo hacían los camaradas durante la dictadura ilustrada de Balaguer.

Esa noche nos trasladamos a una finca en la Vega, en la cual teníamos una crianza de cerdos y otros cultivos y nos servía como refugio, ya que pasaba como una empresa comercial normal. Ahí duré unos días para luego reintegrarme a mis labores como principal dirigente del Partido en Santiago.

Fueron tiempos difíciles, pero jamás me arrepiento de haberlos vivido, porque me templaron para vivir la vida, me permitieron conocer un poco la naturaleza humana, me hicieron cultivar valores, principios, decoro, honestidad y jamás ceder ante lo que afecte mi dignidad. Me hizo una persona disciplinada, sin miedo a tomar decisiones y enfrentar las consecuencias de mis acciones.

Tengo miles de defectos, pero esos 10 años de vida revolucionaria, me permitieron la creación de una sólida base de conocimientos, amor a la lectura, disciplina, experiencia, perseverancia, madurez emocional y templanza. Pero sobre todo me prepararon para los contantes embates de la vida, como la traición, las decepciones y los “amigos” que llegas a querer con lo más profundo del corazón y luego te convences, que para ellos sólo fuiste un amigo de la utilidad coyuntural.