La verdad sobre el Tibet

Reproduzco este artículo motivado por un documental que vi anoche en Netflix, sobre el encuentro del Dalai Lama con el Arzobispo fallecido de

Es mucho lo que normalmente oímos hablar sobre el Tibet y el líder espiritual Dalai Lama, que quiere decir «Océano de Sabiduría», ya que Dalai proviene de una palabra mongol que quiere decir océano y Lama de una palabra del Tibet, que quiere decir sabiduría, gurú  y reencarnación. Su nombre real es Tenzin Gyatsi y nació el 6 de Julio de 1935 en una zona campestre del Tibet.

El Tibet fue fundado en el año 127 a.c. y por estar situado en el centro de Asia, entre China, India, Mongolia, Nepal, los manchus, se le llamó un territorio tapón, lo que le permitía jugar un rol estratégico, donde muchas veces sufrió invasiones de sus vecinos y otras veces jugó un rol de invasor y guerrero dentro de ese vasto territorio asiático.

A través del tiempo el Tibet se convirtió en un país con una monarquía teocrática absolutista, seguidores del budismo, donde gobernaban los Lama, los cuales según su tradición se sucedían por reencarnación, siendo el actual Dalai Lama el décimo cuarto y último de esa generación. El Tibet se aisló del mundo y se dedicó a vivir una vida basada en la espiritualidad y el budismo.

Después del triunfo de la Revolución China en contra del Imperialismo Japonés en 1949, dirigidos por el Partido Comunista y su guía Mao Zedong, en el 1950 los chinos deciden enviar 40 mil soldados del Ejército Popular de Liberación para invadir el Tibet, reclamando este territorio como una Provincia China, la cual ocuparon sin mucha dificultad por su superioridad militar.

China de inmediato comenzó lo que llamó la negación de identidad de los tibetanos, secuestrando y enviando a su territorio miles de niños tibetanos para adoctrinarlos  bajo la cultura China, iniciando al mismo tiempo una campaña de represión y destrucción de los templos budistas, alegando que el comunismo y la religión no podían coexistir juntos. Ante esta situación y temiendo por su vida en 1959 el Dalai Lama huye con algunos de sus más cercanos colaboradores hacia la India, comenzando su vida de más de 55 años de exilio.

En 1963 el Dalai Lama con la diáspora tibetana promulga la Constitución democrática del Tibet, declarando la formación en el exilio del Estado del Tibet e iniciando una lucha pacífica y diplomática por todo el mundo, para dar a conocer la verdadera realidad que viven los tibetanos y que los chinos se han encargado de distorsionar y esconder ante la humanidad.

Después de la invasión china en 1950 han sido asesinados más de un millón de tibetanos, creándose una especie de dictadura, basada en la persecución, torturas y eliminación de cualquier indicio de libertad. Los chinos trabajan para quitarle la identidad al Tibet, al punto que los tibetanos son menos de seis millones, mientras que los chinos sobrepasan los ocho millones. Esta mezcla de tibetanos y chinos va asimilando la cultura, religión e historia del Tibet por parte de China, pero el amor por su país y su identidad mantiene viva la antorcha de la lucha y resistencia de los habitantes del Tibet.

El Dalai Lama al frente del gobierno en el exilio y la diáspora tibetana, ni un minuto, de su vida ha descansado para exigir la independencia y autonomía del Tibet, combatiendo el adefesio histórico de que su país es una parte del territorio Chino, por lo que todos los 10 de marzo emite un discurso donde deja plasmada su posición ante el mundo por la situación que atraviesan sus hermanos tibetanos.

El Dalai Lama en 1989 recibió el premio Nobel de la Paz, en el 2001 el premio internacional Jaime Brunei de la Universidad de Navarra y en el 2007 el a Congreso de Estados Unidos le otorgó la medalla de oro. En el 2011 renunció a la jefatura del gobierno del Tibet, para dedicarse a ser su líder espiritual.

Es triste ésta situación por la que atraviesa ese aislado país, cercano al Himalaya, donde una potencia extranjera le ha robado su cultura, su libertad, su identidad y hasta su religión. Pero lo más penoso es que por la influencia de esa potencia, ningún país del mundo se atreva a reconocerlo y darle el apoyo que se merece. Pero algún día, tengo la esperanza se impondrá la justicia y en el Tibet de nuevo reinará la paz, la libertad, su cultura e identidad como Nación independiente.

 

Por Luis Estrella