Luis Estrella
El poder de la mente es tan fuerte, que puede llevarnos a ver la realidad distorsionada, haciéndonos creer que estamos enfermos sin estarlo, o hasta dudar de lo que estamos viendo, sólo por la influencia de elementos externos.
Siempre me inclino por hacer relatos que permitan ilustrar sobre el tema que trato, para que sea comprendido con ejemplos prácticos. Les voy a presentar un relato extraído de un libro de Osho, que nos dará una buena enseñanza sobre el tema. Veamos.
Arturo era un profesor de filosofía que vivía a poca distancia de la universidad donde impartía docencia, por lo que todos los días hacia el recorrido caminando. Su rutina comenzaba temprano en la mañana, saludando e intercambiando algunas palabras con una señora que vendía chucherías en frente de su casa.
A unos minutos del recorrido se detenía a tomar un café y aprovechaba ese tiempo para charlar con el joven que responsable del puesto de venta. A unos cien metros de la Universidad había un parque que tenía que cruzar y donde siempre estaban algunos señores de edad avanzando teorizando sobre sus andanzas del pasado, con quienes filosofaba un par de minutos.
El vigilante de la Universidad tenía el mismo tiempo que el profesor laborando, por lo que eran buenos amigos y siempre conversaban sobre algún tema. Al entrar al centro docente, Arturo pasaba siempre por la recepción para darle los buenos días a la secretaria y verificar al mismo tiempo si tenía alguna correspondencia.
En una ocasión un amigo, compañero de profesión, con quien tenía diferencias sobre temas filosóficos, quiso demostrarle que él no tenía control de su mente como decía. Para eso habló con todas las personas que Arturo veía a diario, para que le dijeran lo mismo, que se veía muy mal y que parecía que estaba muy enfermo.
La señora del frente de la casa, el joven del puesto de café, los entrados en edad del parque, el vigilante y la recepcionista ese día le expresaron su preocupación por el semblante que tenía, recomendándole ir de inmediato a un médico, antes de agravarse y tener un colapso en medio de la calle o impartiendo clases.
El profesor pidió un permiso para ir a un hospital al otro día, donde fue internado por lo mal que se sentía, cayendo en un estado de gravedad y donde llegó a pensar que su muerte era inminente. Sus familiares estaban desconcertados porque el día anterior estaba muy bien y con excelente estado de ánimo.
Estuvo en esa situación de aparente enfermedad sin explicación, hasta que el amigo fue con todos los que habían participado del juego y le explicó la realidad de lo sucedido. De inmediato el profesor se levantó de la cama y duraron un buen rato celebrando hasta con unos tragos la magistral jocosidad.
Este relato es la mejor demostración de hasta donde cuestiones externas son capaces de alterar nuestra mente, pudiendo llevarnos hasta sentirnos muy enfermos. Por eso y de seguro a usted le ha pasado, que in día salen con buen estado de ánimo y alguien le dice lo mal que se ve y el ánimo se va al piso, pero más adelante otro le dice que se ve bien y el ánimo vuelve a subir.
Hay que hacer consciencia de cómo funciona la mente, para que elementos externos no lleguen y se adueñen de ella, lo cual sólo es posible si aprendemos a observar los pensamientos, sin prestar atención a lo que nos puedan producir sentimientos negativos. La atención es lo que potencializa los pensamientos a niveles inimaginables.
Los pensamientos son propuestas neuronales que nos hace el cerebro para que nos sintamos bien, pero al cerebro no distingue la realidad de la ficción, nos puede enviar pensamientos negativos, porque en ese momento es lo predomina en la mente.
Jamás permitamos que la mente nos domine, aprendamos a observar los pensamientos como si fuéramos un tercero, sin prestarle una atención desmedida y verán como no tendrán el poder de fastidiarnos.
Seamos los amos de la mente no al revés