1 de 33 HAGAMOS DEL MIEDO NUESTRO ALIADO

   POR LUIS ESTRELLA
El ser humano tiende a caer de manera continua en las trampas que le tiende el miedo, provocándole esto, dolor, sufrimiento y una profunda ansiedad. Cuando se es preso de esa situación, nos convertimos en víctima de los que los psicólogos llaman, indefensión aprendida, que no es más que llegar a convencerse, de que no hay salida a las situaciones que se padecen.
          Cuando somos presos del pasado, convertimos esas situaciones dolorosas en algo permanente, sin comprender que cada día se abren oportunidades para escapar. Sólo tienes que mirar dentro de tu interior y verás que siempre tienes las posibilidades de cambiar de vibración, por más que el dolor quiera amaestrarte y hacerte creer, que por más esfuerzo que hagas todo continuará igual.
         El error está en llegarnos a creer que el sufrimiento es algo permanente y no una situación circunstancial, un tropiezo que, como todo en la vida, también pasará. Es vital asumir la responsabilidad de nuestras decisiones, lanzarse a la batalla, recuperar la esperanza y hacerlo con pasión. Jamás permitas yacer ante una simple caída, porque puedes terminar ahogándote a la primera llovizna. «Manda el dolor al carajo y encárgate de la acción, deja de hacer turismo de las heridas, deja de cargar el dolor en procesión».
            Para poder comprender cómo manejar los terribles efectos que nos produce el miedo en nuestra mente y organismo, es importante hacer consciencia de cómo surge este sentimiento negativo. Sólo en la medida que tengamos una mínima comprensión del proceso, podemos prepararnos para que sus efectos sean beneficiosos. Veamos como se origina el miedo.
        Ante un miedo real o imaginario, la amígdala activa una respuesta a través del hipotálamo y la hipófisis, lo cual va al tálamo como estímulos visuales y auditivos. Éste corre de nuevo a la amígdala y la corteza cerebral, para que identifique de que sea trata, lo que nos indica que el miedo nos hace reaccionar, antes de saber si es real o no.
           En medio de esa tensión, el sistema endocrino se suma a la batalla con su ejército de hormonas, a través de las glándulas suprarrenales, disparando adrenalina y cortisol. De inmediato se eleva la presión sanguínea, se incrementa la disponibilidad de azúcar y se suprime el sistema inmunitario, queriendo este proceso, llevarnos al extremo para sacarnos del peligro.
          El ataque-huida, es algo que heredamos de nuestros ancestros, que fue lo que le permitió subsistir ante los depredadores y a nosotros estar ocupando en estos momentos un lugar en el mundo. Por eso un poco de cortisol es necesario, porque nos puede sacar de un peligro, pero cuando se hace constante, puede destruirnos todo el sistema inmunitario y llevarnos a la muerte.
         Cuando se produce una situación de choque de miedo, se dispara el sistema simpático, quien para protegernos del supuesto ataque, consume todos los recursos disponibles del organismo. Sólo después de la calma y superada la tensión, entra el sistema parasimpático, para restaurar todo el daño producido a células, tejidos y órganos.
        Durante ese proceso de miedo y producción de cortisol, los músculos se preparan para hacer grandes esfuerzos, lo que produce contracciones musculares y temblores en las extremidades. La glucosa aumenta porque necesitamos más energía, la respiración se acelera, también el ritmo cardíaco y con ello se eleva la presión arterial.
       El sistema inmunitario al ser relegado a un segundo plano, permite que la digestión se detenga, que disminuyan las enzimas del estómago, provocando malestares estomacales. También pueden producirse eventos de diarrea, vómitos, y deseo imperioso de orinar. En conclusión, el miedo descontrola todo el organismo, siendo en la mayoría de los casos, inexistente, creado por nuestra mente.
           Sólo hay una manera de salir airoso ante un enemigo creado por nosotros mismos para que nos defienda. Cual? Hacer consciencia del daño que nos puede producir, si permitimos que nuestra mente no los imponga como algo necesario para nuestra supervivencia. Si permitimos que nos sustraiga del presente, del ahora, para hacer que nos refugiemos en el pasado doloroso. Si permitimos que nos domine a un punto que nos lleve a rendirnos, a creernos que por más esfuerzo no podemos.
            Déjenme decirles que sí es posible, que podemos convivir con el miedo, pero sin permitir que nos lleve a la perturbación, intranquilidad, indecisión, inseguridad, ansiedad y depresión. Sólo permitiendo que nos ofrezca su parte positiva, que es la de advertirnos cuando algo nos amenace, sin que esto nos produzca efectos negativos y paralizantes.
        HAGAMOS DEL MIEDO NUETRO ALIADO.