Los combatientes dominicanos de la Guerra de la Restauración eran voluntarios que abandonaban sus conucos y familias para luchar por la República. Cuando marchaban hacia las batallas, los jefes los estimulaban así: “Ni un paso atrás, a morir por la Patria”, enseguida sentenciaban: “Y eso sí, el que sea prieto que hable claro”. Era como una especie de ritual, según explicó el historiador Bernardo Vega, durante una exposición en la Academia de Historia de la República Dominicana.
Sin embargo, no queda claro a qué se referían propiamente cuando usaban la palabra “prieto”. Otros investigadores indican que la expresión era: “el que sea pata prieta, que hable claro” y que se referían al cobarde, traidor (vende patria) e indigno de defender el honor de su Nación.
Pero sí quedó claro que los dominicanos entraban en combate con un feroz grito: ¡“Viva la República”! El grito de guerra de los españoles fue: ¡“Viva la Reina”! Es decir, la reina era la inspiración de la soldadesca española. Y los dominicanos trataban de restablecer la República que fue convertida en una colonia de España, bajo el reinado de Isabel II.
Con la anexión a España, firmada el 18 de marzo de 1861, Santo Domingo pasó a ser dependencia española, como lo eran Cuba y Puerto Rico.
Al ser España una potencia militar, sus tropas estaban bien armadas, con uniformes, zapatos, gorras, corbatas. Superaban en armas, número y logística a las dominicanas, azoladas por la pobreza.
Los restauradores luchaban descalzos, sin camisa y su arma más común fue el machete; algunos llevaban lanzas y viejos rifles. Montaban a caballo al pelo, contrário a la caballería española con silla de montar y todos los ajuares para la guerra.
El fallecido director del Archivo General de la Nación (AGN), Emilio Rodríguez Demorizi, recopiló la descripción que hace Pedro Francisco Bonó del cantón de Bermejo, Monte Plata, establecido por Gregorio Luperón, donde venció al caudillo anexionista Pedro Santana.
“No había casi nadie vestido: Harapos eran los vestidos; el tambor de la Comandancia estaba con una camisa de mujer por toda vestimenta. Daba gusto verlo redoblar con su túnica. El corneta estaba desnudo de la cintura para arriba. Todos estaban descalzos y las piernas desnudas”, relataba Bonó, ministro de Guerra del Gobierno Restaurador, que tenía su sede en Santiago de los Caballeros.
Demorizi escribió la obra “Papeles de Pedro F. Bonó”, 1964. Demorizi (1906-1986) es considerado como el investigador histórico más prolífico de República Dominicana.