Reynaldo Peguero, rpeguero.cdes2030@gmail.com
Monseñor Ramón Benito de la Rosa y Carpio fue ordenado arzobispo metropolitano de Santiago, en 2003. Proactivo, con su estilo amable, directo y franco, conectó armónicamente con las parroquias santiagueras. Gestó alianzas para el bien común y robusteció más, el sentido de gobernanza del capital social local.
Sus gestiones vigorizaron proyectos de visión del plan estratégico. Especialmente, para intervenir el “corazón de la ciudad corazón”, el centro histórico. Zona en actual remozamiento por la Presidencia de la República, Compromiso Santiago y Ayuntamiento.
Cuando todo marchaba bien, monseñor de la Rosa, propuso que las experiencias en planificación de la ciudad del Yaque, fueran compartidas en la provincia que lo vio nacer, La Altagracia.
Hoy, este territorio emblemático del turismo mundial acumula 350 mil pobladores que residen en 2,998 km2. Debe sumarse la carga poblacional de millones de visitas anuales, locales e internacionales.
La Altagracia se compone de los municipios Salvaleón de Higüey y San Rafael del Yuma. Sus distritos son la Otra Banda, Verón-Punta Cana, Lagunas de Nisibón, Boca del Yuma y Bayahíbe. Bajo la impronta de “Altagracia del mundo”, el activismo estratégico debiera incluir el municipio Miches con 20,813 habitantes, residentes en 443.78 km2.
En la Altagracia por gestiones del gobierno y sociedad civil, se lograron buenas planificaciones. Entre estas, el plan económico impulsado por ministerio de economía, planificación y desarrollo 2018. Igualmente, planes municipales de Higuey (2016-2020 y 2021-2024).
Hoy, el acelerado uso del suelo para construcciones hoteleras, residencias, vías e infraestructuras, demanda una estrategia de desarrollo y ordenamiento territorial de visión común. La planificación estratégica no es burocracia estatal enlatada para hacer documentos. Al contrario, es aplicar herramientas innovadoras que generen movilización e inversión sostenible con participación de todos.
Es manejar el “barómetro” de gobernanza. También el “cronómetro” de sueños altagracianos y el “visualizador” de normas territoriales. Asimismo, incluir propuestas de “muestra estratificada” de turistas para concertar proyectos que los incluya. Iniciativas perdurables, creadoras de empleos, empresas y globalidad cultural.
El plan Altagracia del mundo fortalecerá identidad y sentido de pertenencia. Creará un enlace-hub turístico y ecológico para el Caribe, Estados Unidos Europa y Asia. Sin banderías políticas-partidarias, logrará un territorio unido democráticamente, de abajo hacia arriba. Un pilar cultural repleto de diversidad, rutas aéreas, náuticas y senderos paisajísticos.
Para conseguir estos propósitos, hay que empoderar la ciudadanía local y los turistas. Implicarlos en fomentar protagonismo, liderazgo e intervención concurrente. Gestar corresponsabilidad para compartir, concretar y articular acuerdos, convenios y alianzas.
El plan Altagracia del mundo no es gobierno sólo, ni empresariado por su cuenta. Es gestar identidad territorial concurrente para que la provincia se consolide como capitalidad turística y ecológica. Es definitivamente, robustecer una atractividad multiplicadora de visitas e inversiones mundiales.