Leer la inspiración poética y literaria de José Mármol impresiona porque se advierte en su prosa la impronta maravillosa que fascina; es como si a través de la estilización de su lirismo sintiéramos el efecto irresistible de la fragancia que nos lleva a la tentación de querer penetrar en las líneas encantadas de sus versos.
En Nube y sombra, uno de sus poemas, hay un corazón mordido por la pena. Borges tiene su Nube que es «como la Odisea, que cambia como el mar» y Octavio Paz su Sombra por cambiar la piel o por tenerla.»
El poema de Mármol me impele a querer saber quién es este bardo que compone versos al aire, que derruye la nube y se escabulle en la sombra desaguando en los mares tropicales su arrebato, como el trueno de Gustavo Fernando Deligne, que hace ladrar el viento.
En medio de la tormenta el caballo azorado de José Mármol se encabrita frente a una rosa encarnada; se vuelve erótico, se exalta al roce ligero de una «gota informe de ilusión perdida» que acaricia su melena entregándose en mágico romance en la sabana sobre la tierra de España en donde el caballo del poeta Alberti galopó hasta enterrarse en el mar.
Dentro de la Nube y la sombra el poeta rebusca sin hallarle respuesta al verbo que locamente inquiere su presencia transida; y, el poeta se pregunta: ¿Hacia dónde habrá ido el verbo de mi verbo? Y me pregunto: ¿Será que el poeta cabalga sin sentido tratando de encontrarle sentido al sujeto y al predicado?
Entonces va en este poema buscando la sombra que ya no es y de los días que son de otro, creyendo que son suyos que aletean atados a un destino sin final.
He en este interludio que llego al Ritornello del poeta peruano Abraham Valdemar y me dice: «Para luchar contra el destino basta que un alma nos escude, torvo y siniestro en el camino, que el búho envidioso y cetrino nos grite al paso y se demude.»
El poeta en su iluminación perenne siente que se sumerge «en la sed tormentosa de sus pesares.» ¿De qué pesares pretende hablarnos Mármol? No puedo adivinar el intransitivo del verbo, puesto a que al parecer el poeta va en un navío de amor y de paz que navega en un mundo sin bondad sumido hasta la línea de flotación de su fantasía o imaginación poética.
Pienso que Cervantes o Locke serían los únicos que estarían en capacidad de rastrear esta sensación diferenciada a que nos expone el poeta en su poema Nube y sombra, viajando al interior de este campo conceptual donde no se puede discernir si el poeta está fantaseando o imaginando un amor y una paz que viven en él, aun sin sentir que le patean el corazón.
A no ser que Mármol quiera confundirnos con su enigmática y grandiosa acrobacia literaria que su destino es la soledad. Tendríamos entonces que hurgar en el poema de Juan Ramón Jiménez, donde la soledad se expresa en el mar, en la soledad amorosa de Benedetti o en el cristal de soledad de Borges.
José Mármol, artísticamente intenta, con extraordinaria agudeza poética, que busquemos el amor y la paz anhelada al estilo de Rubén Darío, sobre las olas de una vaga ilusión y abandonemos la concha que atrapa fantasías.