Hace 24 años, el torpedero petromacorisano Josse-phang Bernhardt Nivar sorprendió al mundo del béisbol cuando el equipo de los Azulejos de Toronto le otorgó un bono por firmar de un millón 100 mil dólares, con otros US$100 mil destinados a estudios.
Era la primera vez que en la República Dominicana que un equipo de las Grandes Ligas entregaban siete dígitos por un jugador aficionado. D’Angelo Jiménez tenía la marca más alta hasta entonces, US$25,000 en 1994 con los Yankees.
Se esperaba todo del joven talento de 16 años, sus tíos Juan Ramón “Moncho” jugó cuatro temporadas en la MLB, y al joven prospecto se le comparaba en el terrero con Alex Rodríguez, en 1997. Pero no fue así.
El desarrollo de Bernhardt quedó en el camino, llegó apenas al nivel de Clase A fuerte, y a inicios del año 2003 fue dejado libre por el conjunto canadiense.
Sin embargo, la vida de Bernhardt no se derrumbó ni acabó, tras esfumarse su sueño de llegar al Big Show.
Al contrario, levantó cabeza y se sentó con su madre Ingrid Nivar a planear cómo volver a la escuela secundaria para terminar el cuarto curso del bachillerato, y así se activó la cláusula de su contrato que estipulaba los cien mil dólares para estudios en caso de no llegar a las Mayores.
Ese dinero no se utilizó en su totalidad, pues terminó la secundaria en la escuela Puerto Rico, un liceo en la tanda nocturna del sector público en San Pedro de Macorís, y cada centavo que gastaba en su preparación académica debía reportarlo con facturas al equipo de Toronto para su posterior reembolso.
Con 22 años, en 2004, retomó el último grado del bachillerato y ya en febrero de 2009 se graduó de la escuela de Derecho de la Universidad Central del Este (UCE).
Bernhardt comenzó a trabajar en la oficina de abogados Encarnación, en San Pedro, y allí adquirió experiencia por casi tres años.
Su carrera como abogado comenzó a desarrollarse y entonces en 2011 se enteró de un concurso de oposición de la Escuela Nacional de la Judicatura para ser juez. Decidió participar, a pesar de tener poco tiempo para estudiar todo el material que se necesitaba dominar, y pudo aprobar las pruebas requeridas entre más de 900 concursantes. De esa manera, comenzó otra nueva etapa en su vida profesional.
Durante dos años (2012-2014) sumamente intensos, Bernhardt estudió en la Escuela de la Judicatura para ser juez y lo consiguió. Parte de la preparación se realiza dentro de la escuela y para el segundo año al estudiante le toca ir a distintos pueblos del país para ser juez suplente. Al exprospecto le tocó hacer su pasantía en La Romana, Santo Domingo, La Vega y Río San Juan.
En marzo de 2018, el Pleno de la Suprema Corte de Justicia ascendió en distintas instancias a 25 jueces de todo el país, y en ese grupo se encontraba el otrora torpedero.
Hoy, Bernhardt es un prominente juez del Tribunal Colegiado de la Cámara Penal del Juzgado de Primera Instancia de La Romana.
Su siguiente objetivo profesional es llegar a las grandes ligas de la justicia dominicana, como juez de la Suprema Corte de Justicia o del Tribunal Constitucional. Aunque reconoce que por el tema político le costará lograrlo.
“Yo no descarto llegar al máximo de esta carrera. Pero para muchos no es un secreto que por las autoridades que designan a los jueces en esos tribunales superiores, a veces como que la política tiene un poquito que ver. La política y yo no somos muy afines, pero no descarto poder aspirar a esos puestos”, expresa en un tono calmado y seguro.
En su labor de juez, a Bernhardt le ha tocado impartir justicia en casos complejos de violación, incesto, asesinato y robos agravados, llegando a imponer condenas con la pena máxima de 40 años de cárcel.
“A mí me gusta el suspenso, la intriga. Incluso desde joven me han gustado las películas de derecho, por la forma en que los abogados tratan de persuadir y de convencer al juez”, comenta el magistrado Bernhardt, de 40 años de edad.
“Sobre todo en la posición en la que me encuentro ahora, luego que uno escucha, tratar de poner la balanza donde se supone que debe estar, después de sopesar los argumentos de ambas partes. Me gustan los casos; me apasionan”.
Hace 18 años que Bernhardt está unido en matrimonio con su amada Clarisel Ruiz, compañera incondicional que le ha apoyado en todo y con quien ha procreado a tres criaturas, dos hembras: Jassirha (15 años) y Nayette (12), y un varón, Brandon Joseph (10), un fanático fiel de las Estrellas Orientales y del béisbol, deporte que practica.
También es un hombre cristiano junto a su familia, que predica las buenas nuevas del Evangelio.
A propósito de los prospectos que firmarán con organizaciones de Grandes Ligas por bonos millonarios a partir de este viernes 15 de enero, Bernhardt les aconsejó.
“Lo primero que piensan muchos cuando le dan su bono es de una vez comprarse cosas, que no está mal, ponerte cómodo y construirte un buen lugar para vivir o un buen vehículo para tú andar. Pero que no sea eso lo principal. Que eso no sea lo que te quite el tiempo, para lo que te dio eso (el béisbol)”.
“Si tú quieres mantener eso (el contrato) y conseguir algo más, entonces debes saber que tienes que equilibrar el tiempo. Saber cuándo hacer uso de tal cosa y cuándo enfocarte para lo tuyo (el béisbol) que debería ser el mayor tiempo”, añadió.
También, Bernhardt exhortó a los prospectos a no poner mucha atención en las redes sociales. No que se desconecten de la sociedad, sino que saquen provecho a las críticas que pudieran hacerle.
Tras seis temporadas en ligas menores (1997-2002) donde no pudo superar la división clase A, los Azulejos dejaron en libertad a Bernhardt a inicio de 2003 y ahí terminó su carrera, con 22 años. Una serie de lesiones en su mano izquierda y muslo derecho, además de varios incidentes con entrenadores, troncharon la trayectoria beisbolística de Bernhardt. Su mejor año (2002) fue de 11 jonrones y un promedio de .235.