La superficie de República Dominicana se estima en 48,448 kilómetros cuadrados, apenas la palma de una mano comparado con la suma de las exigencias de las apetencias y necesidades de soluciones individuales a los problemas comunes, como es el vial en el ámbito del Gran Santo Domingo.
Esto se evidencia a gritos en una sociedad adaptada a un día a día impredecible, bajo el crecimiento geométrico y anual del parque vehicular: importados nuevos y usados, envejecidos hasta la momificación, chorreando contaminación con servicio expreso hacia las vías respiratorias de los peatones, revividos como momias motoras desde las tumbas metálicas, en una creciente aglomeración de vertederos “duquesas” móviles, mediante la magia de las pegatina entre sus partes móviles y apretujándose en las calles y avenidas, una, dos, tres veces, y hasta lo imposible de imaginar.
Es el caos permanente, en el Gran Santo Domingo, de un monstruo colectivo que nace con la suma en un solo gran tapón estresante. Y asfixiante por el veneno emitido por una acumulación creciente y amontonada de carburadores.
Un peatón camina por las imaginarias aceras de una de las autopistas de la gran ciudad, durante una de las interminables horas pico, pues no hay más remedio. Se dirige a su empleo. Un camión arrastrando una patana, y congestionando la vía emite sus emisiones venenosas, a menos de dos metros del peatón, que respira por boca y nariz todo lo evacuado por la bestia mecánica. Ese es el día a día en la autopista Duarte.
Otro peatón camina en el centro de la ciudad, denominada como Polígono Central. Está obligado a bajar y caminar en el pavimento, pues los autos triunfantes han conquistado las aceras bajo la luz del sol, y al parecer, con la venia de Dios.
Bienvenido al Gran Santo Domingo, un monstruo urbano parido en la media isla, ubicada en el mismo trayecto del sol. Un campeón del desarrollo insostenible.
Emparejado con la inexistencia de un sistema de transporte público de pasajeros adecuado en cuanto a la cantidad y calidad a las que requiere la expansión urbana del Gran Santo Domingo, paralelamente coexiste una explosión vehicular que se expande a una tasa de crecimiento más alto que el crecimiento poblacional, y que supera incluso la registrada en el crecimiento de la economía dominicana años tras años.
Un país sobre ruedas, que expande la contaminación y el caos, medido en muertes y lesionados por accidentes de tránsito.
En 2007 ese parque vehicular llegó a crecer 11.6 veces más que el crecimiento de la población y desde entonces mantiene una alta expansión año tras año, superando el 6%. En 2019 ese crecimiento fue de 7.5 veces el crecimiento poblacional.
Y la mayoría son vehículos con fecha de fabricación de 20 años o más, lo que representa el 44.2%. Solo un 31.9% tiene 10 años o menos de fabricación.
De acuerdo con las estadísticas más recientes divulgadas por la Dirección General de Impuestos Internos (DGII), al 31 de diciembre del 2019 en las calles del país rodaban 4,635,000 de vehículos motorizados, desde motores a patanas, incluyendo en el medio a los autos familiares y los misiles erráticos, como es perfectamente posible describir a las guagüitas destartaladas, a las que los dominicanos llaman “voladoras”.
Tres lustros atrás, en el 2005, el tamaño de ese parque vehiculares era de unos 1.9 millones de unidades, desde luego, de todos los tamaños. Y con algunos picos y caídas, se ha mantenido creciendo a una tasa promedio simple de 6.6%, lo que supera el crecimiento de la economía.
El 55.5% corresponde a las motocicletas que, en ocasiones, como enjambres de langostas imponen su dominio en las calles y avenidas, por la derecha, por la izquierda, por delante y por detrás, muchas veces llevando pasajeros, una familia casi entera: una madre con uno y dos niños, además del conductor.
Y para el año 2019, la realidad es que en las calles del país había en circulación un vehículo de motor por cada 2.5 habitantes. Y ese parque vehicular continúa creciendo.
Los estudios divulgados por el Instituto Nacional de Tránsito y Transporte Terrestre (Intrant) revelan que, en promedio, en el Gran Santo Domingo se realizan 3,097,106 viajes diarios, de los cuales el 42% es en transporte privado y el 36% en transporte público. En la participación del transporte público, solo un 9% se realiza a través del Metro de Santo Domingo. Mientras que, sin más remedio, un 21% se traslada al pie, cada día.
Y pese a su bondad para la salud, y para mantener un aire limpio, menos de un 1% se traslada en bicicletas.
La situación empeora cada día, en la medida en que todo se concentra en el Distrito Nacional (hospitales, universidades, instituciones gubernamentales), acompañado de un crecimiento poblacional en las periferias.
Además, están los “motivos obligatorios” para trasladarse. El 50% se traslada por motivos de trabajo, mientras que el 21% lo hace por razones de estudio y un 10% para realizar trámites. Así un 81% lo hace por esos motivos que tienden a ser recurrentes y obligatorios.
De acuerdo con el estudio difundido por el Instituto Nacional de Tránsito y Transporte Terrestre (Intrant), el costo por viaje varía desde los 45 pesos a los 60 pesos, dependiendo de los municipios como Los Alcarrizos, Santo Domingo Este, Santo Domingo de Guzmán, Santo Domingo Norte, y Santo Domingo Oeste.
Pero aún más costoso que la tarifa, es el tiempo de traslado. En promedio es de 1 hora y 15 minutos (por ida o por vuelta). Pero puede ser mayor, como los que salen o entran a Los Alcarrizos, a los que les toca un tiempo de llegada, en promedio, de 1 hora y 30 minutos.
Al elevado tiempo de transporte, que implica tiempo improductivo cada día tanto para las empresas como para los hogares, se le suma su alto costo económico.
De acuerdo con la Encuesta Nacional de Gastos e Ingresos de los Hogares (ENGIH) 2018, realizada y divulgada por el Banco Central, el costo del transporte en el Gran Santo Domingo representa el 14.6% del gasto de los hogares dominicanos. En el Cibao, donde hay más organización, como sucede en Santiago, ese costo es de un 11.6% del total. Mientras que en el Sur y en el Este del país representa el 13.2% y 11.5%, respectivamente.
Pero el costo no es solo económico y de tiempo. También impacta en la salud, según el informe “Combustibles y Vehículos más limpios y Eficientes en República Dominicana”. Este estudio fue divulgado por el Ministerio de Energía y Minas, y desarrollado con el apoyo de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, la Iniciativa Global para la Economía de Combustible, la Alianza para Combustibles y Vehículos Limpios, la Unión Europea y el Fondo para el Medio Ambiente Mundial.
“El parque vehicular de la República Dominicana data de vehículos fabricados aproximadamente desde el año 1970, hasta la actualidad”. Así inicia el informe: autos con medio siglo rodando por las calles, avenidas y carreteras del país. Y todos energizados con gasolina, gasoil (diésel), gas natural, kerosene, AVT, Fuel Oil, Gas Licuado de Petróleo (GLP), entre otros.
Explica que, si aumenta la concentración de gases, material particulado, estos podrán afectar la salud humana, “provocando enfermedades como cáncer de pulmón, neumonía, conjuntivitis, bronquitis, alergias, entre otras”.
Y revela que al compararse el mercado automotriz en la región y de República Dominicana, “se puede apreciar que las cantidades de gCO2/km emitidas por República Dominicana, son altas en consideración con las cantidades emitidas anualmente en otros países”.
Recomienda que en República Dominicana “es necesario implementar una estrategia nacional para un transporte más limpio y eficiente”.
Un transeúnte intenta cruzar por la esquina entre la Avenida San Martin, con Leopoldo Navarro. Luz roja para los vehículos en el semáforo. Mira hacia los lados, ve la luz roja para los autos y decide cruzar.
De repente se acerca una voladora a una velocidad de unos 40 a 30 kilómetros por hora, sin dar señales de frenar. El transeúnte en medio del tramo, y sin tiempo de retroceder, le grita al conductor que se detenga. A menos de un metro del peatón, frena de golpe. En los asientos de la voladora, sentados, decenas de pasajeros con apariencia de muñecos de trapo. Al grito del peatón, un agente de la Autoridad de la Policía Metropolitana de Transporte atareado deteniendo el tránsito de sur a norte, solo gira su cabeza para ver. Agobiado, es lo único que puede hacer. Esa es una cotidianidad en las calles del del Gran Santo Domingo, con graves consecuencias.
Según los informes de la Oficina Nacional de Estadísticas (ONE), en las calles, avenidas y carreteras del país, entre los años 2007 al 2018 murieron en promedio 1,888 personas por causa de accidentes de tránsito. Eso da un total para ese periodo de 11 años de 21,885 vidas perdidas.