El inicio del año escolar, bajo la modalidad virtual, anunciado para el 2 de noviembre por el ministro de Educación, Roberto Fulcar, representa retos y afronta dificultades sin precedentes para los hogares dominicanos. El contexto nacional en que iniciarán las clases, que según se ha declarado será bajo la modalidad no presencial, promete exponer de forma mucho más dramática los profundos niveles de desigualdad social y de oportunidades asimétricas de los hogares dominicanos.
Bajo el hipotético escenario de que esa modalidad se prolongue en el tiempo como resultado de la evolución de la pandemia del COVID-19, también se podría profundizar aún más de lo que ya es común una mayor diferenciación en la calidad de la educación, dependiendo de los recursos disponibles en los hogares.
Al asumir este reto, es posible que se amplíe lo que ya antes era una desventaja en la calidad de la educación que secularmente afecta a los hogares más humildes o con mayores cantidades de hijos enfrentan obstáculos. En ese resultado promete influir la ineficiente calidad de los servicios de la energía eléctrica, la conexión de internet o el déficit de los equipos necesarios como son los computadores, laptops, televisión o receptores de señales de radios. Y hasta el del esporádico servicio del agua potable en muchas de las zonas empobrecidas, por lo visto.
La decisión del Gobierno de optar por la modalidad virtual de la educación sería la respuesta frente a una fuerza mayor: la pandemia del COVID-19. Llegada desde el otro lado del mundo, en marzo del presente año cruzó las costas del país y desde entonces continúa cobrando su cuota creciente de enfermos y muertes. Al 20 de noviembre, República Dominicana ha acumulado 107,700 casos de contagio, siendo causa de 2,047 fallecimientos.
Además de una brusca caída en la economía, que para el primer semestre registró un retroceso de 8.5%. El impacto de la pandemia ha provocado la suspensión de más de un 1.16 millones de trabajadores en los sectores manufacturero, construcción, hoteles y restaurantes, comercio y otros, según las estadísticas del Observatorio del Mercado Laboral Dominicano, hasta el 8 de julio pasado.
En este contexto, Roberto Fulcar, ministro de Educación de la nueva administración del Estado, declaró el 8 de septiembre pasado: “El Ministerio de Salud de la República Dominicana no nos recomienda abrir el año escolar con presencia en las aulas por un tema de salud, no es un tema metodológico. Estamos preservando la vida de las personas”.
Y agregó: “Es para preservar la salud de los niños, niñas y adolescentes, la vida de los profesores, la vida de los equipos directivos y de todo el personal que se involucra y se activa a diario en el quehacer educativo”.
Con estas declaraciones se anuncia la modalidad virtual, que a la escala en que se propone implementar, es un terreno desconocido para República Dominicana. ¿Están en capacidad los hogares dominicanos de aprovechar la educación virtual?
La cantidad de hogares en República Dominicana se estima en 3,214,540 unidades —redondeado: 3.2 millones—, de acuerdo con los resultados de las Encuestas Nacional de Gastos en Ingresos de los Hogares (Engih 2018), divulgada por el Banco Central.
Y el tamaño promedio de esos hogares es de 3.1 personas por unidad habitacional, revela otra encuesta muy vinculada a la anterior, la de Hogares de Propósitos Múltiples (Enhogar 2018), divulgada por la Oficina Nacional de Estadísticas. Pero esta estimación es un promedio acompañado de una amplia desviación estándar. Porque puede variar desde el hogar unipersonal (19.5%), hasta el de las 10 personas y más (0.3%).
Solo un 42.9% se acerca a la media de entre dos a tres personas, mientras que un 29.3% está compuesto por cuatro a cinco personas, lo que reduce el tiempo de disponibilidad en el uso de los recursos por estudiantes en el hogar, necesarios para acceder a la educación virtual. También, para otros fines como el laboral o el de recreación o el de información.
Aunque el 98 % de los hogares utiliza energía eléctrica proveniente de la red pública, el 22% recibe ese servicio durante 10 a 14 horas diarias. El resto de las horas, quedan bajo las tinieblas de los apagones, o en el estudio bajo las velas.
De incidir las condiciones del hogar en la capacidad de aprendizaje, los retos que hay que enfrentar son grandes. De acuerdo con Enhogar, sólo el 50.8 % de los hogares recibe el servicio de energía eléctrica durante 20 a 24 horas al día. En tanto, que el 22% la recibe solo por cuatro a 10 horas diarias. Un 10.8% de los hogares solo se beneficia del servicio eléctrico de la red pública durante una a nueve horas diarias.
Está de más decirlo. Pero sin energía eléctrica no funcionan las computadoras, la televisión o los receptores de radio, a menos que cuenten con baterías consumibles. Y esos son los canales para ofrecer la educación virtual.
A eso se le suma la insuficiencia de servicios tan básicos como el agua en los hogares. Un 9.20 % de los hogares recibe el servicio de agua potable un día a la semana. Mientras que un 44.9 % la recibe durante dos a tres días.
La vía ideal para la educación virtual son las computadoras, porque permite la interacción en tiempo real. Pero solo un 13.75 % de la población de cinco años y más tiene ese equipo, según Enhogar. Eso, a pesar del programa República Digital implementado por el anterior gobierno de Danilo Medina, que incluyó la meta de entregar 300,000 computadoras a estudiantes.
Y el 13 de agosto pasado, faltando tres días para el cambio constitucional del Gobierno, el anterior ministro de Educación, Antonio Peña Mirabal, declaró que a la nueva administración le serían entregados más de 185,000 equipos de computadoras.
Pero bajo el COVID-19, no solo de computadoras se alimenta la educación. También se necesita conexión y, de acuerdo con el empresario Juan Tomás Tavares, también de “emoción”.
Los hogares necesitan la conexión de internet. Según los resultados de Enhogar, el 74.8 % de los encuestados usó computadora, internet o teléfono celular “en los tres meses anteriores a la encuesta”. Un 78.1 % correspondió a la zona urbana, y un 60.5 % a la rural.
Tavares, vinculado parte de su vida a Educa y a la Sociedad Dominicana de Bibliófilos, destaca en un artículo titulado “¿Mantener las escuelas cerradas esperando vacunas?”, divulgado en medios digitales, que en los primeros quintiles muchas familias carecen de las condiciones mínimas para aprovechar la educación a distancia, al igual que la mayoría de los niños más jóvenes y no funcionalmente alfabetizados. “Son los alumnos que más necesitan la emoción de estar en la escuela con compañeros y maestros para aprender y crecer”.
Sostiene, citando al neurólogo José Silié Ruiz, que “las emociones son esenciales, son el pegamento del aprendizaje, el cemento de nuestros recuerdos”, y que “un aprendizaje neutro, sin emociones, será superficial y poco duradero”.
Una joven madre expone el reto que enfrenta con la educación virtual. Su nombre es Yanira, y tiene dos niños, uno de 13 años y otro de 6 años. Explica que por causa de la pandemia y “las complicaciones que ha traído este asunto”, se vio precisada a inscribir a su hijo más pequeño en una escuela pública, y que además “le está pagando a una joven que le está dando clases particulares”.
“Yo sentí que él estaba demasiado atrasado”, “porque no concluyó el año como debía”, “porque en marzo se cerró todo”.
“Encontré que el sistema que se implementó, de las clases, enviarlas vía WhatsApp, y esas cosas, para él no funcionaba”.
Eso, pese a que el año concluyó, “y él supuestamente pasó a primero”, desde preprimaria. “Pero, como las clases no son presenciales”, entonces, “solamente para que aparezca registrado”, lo inscribió en la escuela pública, para poder pagarle a una maestra particular “para que le dé las clases”.
Se le pregunta si teme al peligro de contagio. “Tengo mucho miedo, pero no lo puedo dejar sin educación”.
Mientras que, sobre el niño de 13 años todo será virtual, para lo cual se le requiere que disponga de computadora y conexión a internet, con lo cual cuenta.
En su caso, le ayuda la estabilidad del servicio de electricidad. “Resido una zona de 24 horas”, señala. Pero: “a veces se nos va luz por dos o tres horas. (…) Se ha ido por ocho horas”.
Sobre los roles de pareja en la educación de los niños, explica que su esposo trabaja fuera de casa, mientras que ella trabaja en el hogar. Así, la atención sobre el pequeño le corresponde a ella: “porque el grande se ha sabido defender solo”.
Inadvertida revela algo. El tema de género que promete la modalidad de educación virtual: que sobre la madre recaiga el peso de la atención al niño estudiante, y tal vez algo de emoción.