MADRID. El ex secretario general de la ONU de 1997 a 2006 y Nobel de la Paz en 2011, Kofi Annan, fallecido hoy a los 80 años en Suiza tras una vida de compromiso en la búsqueda de soluciones a conflictos en el mundo.
Galardonado con el nobel junto a la ONU por “su trabajo por un mundo mejor organizado y más pacífico”, Annan se mantuvo hasta el final involucrado en cuestiones internacionales.
Tras terminar su segundo mandato en Naciones Unidas el 31 de diciembre de 2006, cuando pasó el testigo al surcoreano Ban Ki-moon, Annan fue nombrado presidente de la Fundación de apoyo a la Organización Mundial Contra la Tortura (OMCT).
Desde ese foro alertó de la “erosión del respeto de los derechos del hombre” en un “número creciente” de países “con el pretexto de la seguridad y la lucha contra el terrorismo”. “No hay negociación posible entre los derechos humanos y la seguridad”, apostilló Annan.
El que fuera el primer subsahariano en tomar las riendas de Naciones Unidas y uno de sus secretarios generales más carismáticos fue también mediador de la ONU y la Liga Arabe (entre febrero y agosto de 2012) en Siria, pero dimitió por estimar “no haber recibido todos los apoyos que la causa merecía”.
Annan, que durante la última década estuvo al frente de una fundación que lleva su nombre, también intentó mediar en 2011 junto con otras cinco personalidades para lograr el fin de ETA.
Una vida dedicada a la búsqueda de la paz que vio la luz en Kumasi, Ghana, el 8 de abril de 1938, en el seno de una familia acomodada, lo que le permitió cursar estudios superiores en la Universidad de Ciencia y Tecnología ghanesa, donde se licenció.
Completó su formación en la Universidad de Economía de Minnesota (EEUU), en el Instituto de Estudios Internacionales de Ginebra (Suiza) y en el Instituto Tecnológico de Massachusetts.
Annan ingresó en la ONU en 1962 en Ginebra, como encargado del presupuesto en la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Después trabajó en la Comisión Económica para África, en Addis Abeba, la Fuerza de Emergencia de la ONU en Ismailia (Egipto) y en el Alto Comisariado para los Refugiados, en Ginebra. A la sede de Nueva York llegó en 1987 como vicesecretario general de Gestión de Recursos y Coordinador de Seguridad.
En 1990-1992 ejerció una gran actividad diplomática tras la invasión de Kuwait por Irak, tras la cual fue designado para una función más política, como vicesecretario general para Operaciones de Mantenimiento de Paz y, en 1993, secretario general adjunto.
Ahí tuvo sus más sonoros fracasos, como el no calibrar la información sobre el genocidio en Ruanda en 1994, o no haber podido frenar la matanza de Srebrenica (Bosnia), como él mismo reconoció.
Tras los acuerdos de paz de Dayton, fue representante especial del entonces secretario general, Butros Ghali, en Yugoslavia.
En 1997 inició su mandato como Secretario General de la organización. Fue entonces cuando emprendió una profunda reforma administrativa de la ONU, con un recorte de mil de los seis mil puestos en la sede neoyorquina, y encabezó delicadas misiones políticas, como la que en 1998 le llevó a Bagdad para convencer a los iraquíes a colaborar con los inspectores de la ONU.
Otro de sus méritos fue la iniciativa Pacto Global (1999), para “llevar a la organización más cerca de la gente”, con la inclusión de las ONG y de organizaciones privadas en los trabajos de la ONU.
En 2000 impulsó los Objetivos del Milenio, entre ellos reducir a la mitad la miseria en el mundo para 2015.
Tras los atentados del 11-S en EEUU impulsó las negociaciones para la redacción de una Convención General sobre Terrorismo.
Inició su segundo mandato al frente de Naciones Unidas en enero de 2002, tras ser reelegido en la Asamblea general de junio de 2001.
En febrero de 2003 hubo de afrontar uno de los momentos más delicados de su carrera cuando intentó convencer, sin éxito, a EEUU para que no lanzara una ofensiva militar unilateral contra Irak. O cuando murió su enviado especial en Irak y otras 22 personas en un atentado contra la sede de la ONU en Bagdad el 19 de agosto de 2003.
En marzo 2005 presentó una propuesta de reforma de la ONU que incluía la creación de un Consejo de Derechos Humanos, la ampliación del Consejo de Seguridad y medidas para frenar la pobreza en África.
En diciembre de 2006, en su discurso de despedida de la ONU, reconoció que la guerra de Irak y el escándalo sobre una presunta corrupción en el programa “Petróleo por Alimentos” en Irak, que estalló en 2004 y en el que se vinculó a su hijo Kojo, fueron los momentos más difíciles de su mandato.
Además del Nobel de la Paz 2001, posee entre otros muchos premios, el Sajarov de Derechos Humanos del Parlamento Europeo y el Indira Gandhi para la paz, ambos en 2003.