El milagro de Panamá duró 47 minutos. Hasta que Mertens recogió un rechace en el vértice del área y enganchó una volea inapelable para el meta panameño Jaime Penedo, hasta ese momento héroe de su selección. Lo había parado todo hasta que llegó ese misil del jugador del Nápoles. Y se acabó el sueño, que demasiado duró. Porque no hay argumentos futbolísticos que explique la emocionante resistencia panameña durante todo el primer tiempo y esos dos minutos del segundo. Panamá es posiblemente la peor selección del Mundial junto a Arabia saudí. Y de largo, me atrevería a decir, con todo el respeto del mundo.
Uno, viendo el partido en directo, no se explica cómo esta selección de Hernán Gómez -el técnico que se ha hecho famoso por decir que se tomará dos botellas de vodka si pasan a la siguiente fase (no arriesgó mucho viendo el nivel de los suyos)- fue capaz de dejar a Estados Unidos sin Mundial y cómo resistió tanto tiempo a Bélgica, que seguramente se contagió del fútbol de los caribeños. No tiene otra explicación. Eso y que su portero, Penedo, tuvo un día inspiradísimo. Ayer, desde luego, se multiplicó con Hazard, Lukaku, Mertens y Carrasco en la primera parte. El resto del equipo de Panamá es más que flojo. Estamos ante una selección a cuyos futbolistas les cuela controlar el balón, dar un pase en condiciones a tres metros y conducirlo en carrera durante más de 10. Cuando ves sus contragolpes sabes que no van a llegar a ningún lado aunque siempre tienes la esperanza de que pase algo. Porque Panamá es el típico equipo que en un Mundial inspira ternura. Pero no hubo manera y eso que me llevaron la contraria y en el 55′ dispusieron de un mano a mano que Murillo falló ante Courtois. Fue su única ocasión. En la primera parte pisaron el área rival dos veces y no llegaron a rematar a puerta.
Su presencia en el Mundial, sin embargo, es necesaria. Su afición, que viajó en masa hasta Sochi (unos 15.000 en las gradas) es la típica que te alegra el día. Cánticos y mucho colorido durante toda la mañana en la ciudad balneario de Stallin gracias a la energía de esta hinchada que se ha tomado el Mundial como una fiesta. Saben lo que son y lo disfrutan. Aman a sus jugadores por regalarles la oportunidad de estar entre las mejores 32 selecciones del mundo y se emocionan igual con cada intento de ataque o despeje. Ambientalmente, Panamá es una de las candidatas a ganar el Mundial.
Futbolísticamente, los panameños están a años luz de la élite pero no decepcionaron. Bélgica, durante un buen tramo del partido, sí. Merecieron marcharse al descanso con dos o tres goles de ventaja, pero se esperaba mucho más de los de Roberto Martínez, a los que les faltó regularidad a lo largo del encuentro. Crearon peligro cada vez que Hazard y De Bruyne entraron en contacto con la pelota y demostraron tener un amplio librillo de jugadas de estrategia (se las tragó todas Panamá) pero la falta de remate les hizo salirse del partido poco a poco. Convencidos de que el gol llegaría antes o después, protagonizaron momentos de pereza que no le gustaron nada a Roberto Martínez.
Al seleccionador español, desde la banda, se le vio enfadado con el partido de los suyos. Como todo el público sentado en la tribuna, él también veía desde el banquillo la infinita superioridad de sus jugadores, que en algunos casos llegaron a desesperarle. El ex atlético Carrasco, al que durante muchos minutos el partido parecía no ir con él, fue uno de ellos.
El gol de Mertens dio tranquilidad pero no mejoró en exceso el tono de Bélgica, que tuvo todavía más control en la segunda parte, pero creó menos ocasiones. Jugó un partido a medio gas que tras el golazo de Mertens dejó otro gran gol en el 70′ que ya dio pie a la goleada. Si Panamá era débil al inicio, imaginen cuando baja los brazos. El 2-0 lo inició De Bruyne, que centró desde la izquierda con el exterior del pie derecho para que Lukaku rematara de cabeza al borde del área pequeña. Marcaría otro más el delantero del United, culminando magistralmente una contra belga con Panamá ya por los suelos. 3-0 y a pensar en Túnez, su segundo rival