Los cerebros fugados de Venezuela que llegaron a trabajar en lo que sea

SANTO DOMINGO. Venden jugos o arepas en la avenida Duarte, chocolates en los semáforos de la Abraham Lincoln, trabajan como taxistas, meseros y como domésticas. Muchos de ellos cuentan con títulos universitarios y llegaron a la República Dominicana escapando de la crisis social y económica que asola a Venezuela.

Los problemas que enfrentan para regularizar su condición migratoria en el país les han obligado a aceptar condiciones salariales incluso por debajo del nivel legal, mientras otros han preferido la informalidad porque ganan más dinero, aunque eso los haga más susceptibles a una deportación que los lleve de vuelta al país del que se vieron forzados a marcharse.

“La mayoría de los venezolanos que estamos aquí vinimos, no porque no nos gustaba nuestro país. Yo amo a mi país, ¿quién no? Me vine, no fue por mí ni por mi esposo, fue por mi hija, porque no me pareció justo que ella viviera ese tiempo donde hay tanta escasez de todo. No hay prácticamente nada, hay muchos problemas con todo. Tomé el riesgo, porque no es fácil emigrar y empezar de nuevo”, contó Candy Nieves, una venezolana que vende chocolates desde finales del año pasado en la avenida Abraham Lincoln esquina John F. Kennedy.

Ella se destacaba a lo lejos en el semáforo de la intersección vial. Su forma de vestir no estaba desgastada ni sucia, como regularmente andan quienes venden en las calles. La joven de 31 años iba maquillada, con una larga melena suelta y su rostro protegido del sol con una gorra. Vestía con zapatos cómodos, jeans, una blusa rosada y una mochila del mismo color en la que guardaba los chocolates que ofertaba.

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