El fondo de armario de Francia decantó la final de Copa Davis. Los chicos de Yannick Noah, a los mandos de un país con diez jugadores en el top-100 y más de un millón de licencias, pusieron fin a una sequía de 16 años en los que perdieron tres finales para alzar por fin su décima Ensaladera.
Ante los más de 25.000 aficionados blues que abarrotaron el Stade Pierre-Mauroy, el talentoso Lucas Pouille (23 años y 18º de la ATP) remató en el quinto punto la final. La Davis, a veces, convoca los milagros. Pero que el modesto Steve Darcis (76º del mundo y 33 años) diera la sorpresa parecía demasiada hazaña. Cayó por 6-3, 6-1 y 6-0 y Lille y toda Francia explotaron al son de La Marsellesa. La experiencia de Darcis, que jugaba su su 41º duelo en la Davis, no fue suficiente. Pouille estaba ante el partido de su vida y supo jugarlo, con determinación. Darcis se marchó sin ganar un set el fin de semana.
Antes, David Goffin había conseguido alargar la serie hasta el último suspiro al negar al veterano Jo-Wilfried Tsonga (32 años y 15º en el ranking) la oportunidad de convertirse en héroe. El educado jugador de Rocourt, sin hacer ruido, ha firmado una temporada tremenda. En el Masters de Londres, donde liquidó a Rafa Nadal y Roger Federer, certificó la séptima posición en la clasificación ATP y puso rumbo a Lille, donde el viernes derrotó a Pouille y hoy al de Le Mans por 7-6 (5), 6-3 y 6-2.
Pero Bélgica era, prácticamente, Goffin. Darcis es un jugador corajudo pero sin brillo. Y el dobles formado por Joris de Loore y Ruben Belmelmans tampoco pudo el sábado con un gran jugador de individuales como Richard Gasquet (31º) y Pierre Hugues-Herbert, curtido en el dobles. El mismo viernes, Noah descartó a dos jugadores como Julien Benneteau y Nicolas Mahut. Francia era la potencia de la final. Y no falló ante su gente.