Caroline Wozniacki se abraza a su mejor trofeo: el de las WTA Finals. El que le convierte en maestra con 27 años. La danesa, que fue número uno entre 2010 y 2011 durante 67 semanas pero nunca ha ganado un Grand Slam, escala a tercera plaza del ranking cerrando el año detrás de Simona Halep y Garbiñe Muguruza.
Lo de la danesa se puede considerar como una resurrección, porque el año pasado meditó dejar el tenis, cansada de las lesiones. En 2014, su ruptura sentimental con el golfista Rory McIllroy cuando estaban a punto de casarse, también le hundió. Pero en 2017 ha vuelto a recuperar la sonrisa. El año pasado, antes del US Open, era la 74ª del mundo. El 1 de enero arrancó la temporada como 19ª y todo ha sido subir como la espuma.
Clausura la campaña con 23 torneos jugados, con 60 victorias (la cifra mayor desde 2011) con sólo 21 derrotas. Entre esas victorias, consiguió 14 frente a tenistas del top-ten. Así que accedió a ocho finales de las que ganó dos: Tokio y las WTA FInals. Sweet Wozniacki ha vuelto. Su sonrisa y su tenis también.