Rafa Nadal comienza a sentir este año ante Roger Federer la impotencia que ha sentido Federer ante Nadal durante toda su carrera deportiva. El español era un muro contra el que siempre chocaba el suizo, como demuestra ese cara a cara todavía favorable al balear, aunque cada vez más recortado: 23-15. Durante su larga y épica rivalidad, que arrancó allá por marzo de 2004, Federer nunca había ganado más de dos partidos seguidos a Nadal hasta que ha enlazado la actual racha de cinco victorias consecutivas, cuatro de ellas en el presente 2017. Es evidente que Rafa tiene un problema que resolver, porque su veterano rival le ha cogido el punto, ya metidos ambos en la treintena. Aunque no es menos cierto que Federer ha rehuido la temporada de tierra batida, donde las prestaciones de Nadal se multiplican.
Dice Federer que su rivalidad con Nadal le ha hecho “mejor jugador”. Haber revertido la tendencia de derrotas es una buena prueba. El suizo acorta los puntos, evita el intercambio de golpes, soluciona con rapidez, impone sus primeros servicios, no deja que Rafa prenda ritmo… En ninguno de los cuatro partidos de este año ha habido sensación de que el español pudiera voltear esa situación. Aunque, insisto, esa estrategia no le funcionaría igual sobre tierra. Este balance coloca a ambos en una profunda paradoja. El teórico número uno de la historia del tenis no puede presumir de haber dominado al gran rival de su época durante sus duelos particulares, mientras que el actual número uno de la ATP todavía puede acabar este año al frente del tenis mundial sin haber derrotado a su eterno oponente.