La obesidad es una epidemia mundial. En 2015, ciento siete millones de niños y seiscientos tres millones de adultos eran obesos en todo el mundo. Los dos principales factores responsables del incremento de la obesidad mundial son el exceso en la ingesta de calorías y la disminución de la actividad física.
Es por ello que las instituciones que norman la salud global, como la OMS y la OPS, han insistido en la necesidad de reducir la ingesta calórica de los individuos y una de las principales estrategias es la reducción de azúcar añadida a las bebidas.
Esta estrategia ya se está implementando en muchos países y en otros se ha iniciado el proceso de legislación y normatización. Los ministerios de salud y las instituciones de la sociedad civil vinculadas con la salud metabólica están haciendo grandes esfuerzos para promover en la población de la necesidad de la reducción al mínimo de las bebidas azucaradas.
Estas campañas están dando resultados positivos. Sin embargo, en respuesta a la tendencia de los consumidores de reducir la ingesta de bebidas endulzadas con azúcar, la industria de esta migrando a endulzar sus productos con edulcorantes artificiales. Campañas multimillonarias se están llevando a cabo para mantener cautivos a los consumidores de bebidas no alcohólicas con la motivación de que son “sin azúcar” y “sin calorías”.
Tal es el caso de nuestro país. En abril pasado en una visita al director del Listín Diario, Miguel Franjul, el vicepresidente global de Marketing para Latinoamérica de Coca-Cola, Eugenio Méndez, declaró: “Nos enfocamos en nuestros productos bajos en calorías para que el cliente no tenga que preocuparse y pueda seguir disfrutando su Coca-Cola sin temor a que esta rompa con sus objetivos dietéticos”.
Lo que no expresó el señor Méndez es que la investigación médica ha demostrado que las bebidas endulzadas artificialmente están vinculadas con el inicio de la diabetes mellitus.
La última investigación publicada en ese orden es el estudio “La integración del sabor dulce y el metabolismo determina la recompensa de carbohidratos”, realizado por María Geraldine Veldhuizen y colaboradores, publicado en la edición del 10 de agosto de la revista Current Biology.
Los investigadores señalan que en la naturaleza la intensidad de la dulzura refleja la cantidad de energía presente. Pero en la vida moderna, el metabolismo del cuerpo resulta engañado cuando una bebida es demasiado dulce o no suficientemente dulce para la cantidad de calorías que contiene. Eso significa que una bebida de sabor dulce baja en calorías puede provocar una respuesta metabólica mayor que una bebida con más calorías.
«Una caloría no es una caloría», explicó la autora principal del estudio, Dana Small, profesora de psiquiatría de la Facultad de Medicina de la Universidad de Yale. «La suposición de que más calorías provocan una respuesta metabólica y cerebral mayor es errónea. Las calorías son solo la mitad de la ecuación; la percepción del sabor dulce es la otra mitad», planteó Small.
Se pudieron observar cuatro reflejos estimulados por las bebidas endulzadas artificialmente: primero, las señales metabólicas determinan la recompensa de carbohidratos; segundo, la asociación entre la carga calórica y la potencia de refuerzo es no lineal; tercero, el sabor dulce regula la generación de señales metabólicas y, cuarto, la relación entre dulzor y carga calórica influye en la respuesta metabólica.
Los investigadores llegaron a dos conclusiones principales: En primer lugar, que existe una asociación no lineal entre la carga calórica y la recompensa y, segundo, que el sabor dulce participa en la regulación del metabolismo de los carbohidratos, revelando un nuevo mecanismo por el cual las bebidas azucaradas influyen en las respuestas fisiológicas a la ingesta de carbohidratos.
Como podemos notar, los edulcorantes artificiales y las bebidas llamadas “sin calorías”, no son tan nobles como la industria pretende hacer creer a los consumidores.