«Fue extraño, a las 11 de la mañana estaba planchando una camisa y hablando de lo que íbamos a comentar en televisión». Sí, la vida de un piloto es de lo más frenética. No solo se juegan la vida cada vez que ruedan a velocidades de vértigo, sino que pueden pasar de estar planchando tranquilamente una camisa a las 11 de la mañana con la que comentar la acción de los Fórmula 1 en la pista para la ‘Sky’ inlgesa, a verse tres horas después subido en uno de esos coches de golpe y porrazo. Eso es lo que le pasó ayer a Paul di Resta.
Ya saben, Felipe Massa padece vértigos desde que llegó a Hungría que le impiden concentrarse y rendir al volante y optó por bajarse de su Williams. El elegido para suplirle fue el británico. Se enteró cuando faltaba poco para la conclusión de los Libres 3 y estaba… «No voy a mentir, estaba asustado, nervioso, ansioso… No había conducido uno de estos coches en tres años y medio y ser luego ser lanzado de esa forma a la clasificación… ¡Es como saltar de un acantilado y ver cómo luchas por sobrevivir!», dice un sincero Di Resta.
Pero es lo que tienen los pilotos, que una vez que tienen delante un volante no hay imprevisto que no puedan superar. Los nervios se transformaron en confianza nada más poner el pie en el acelerador: «Honestamente, me sentí bastante cómodo muy rápidamente, tan pronto como quité el limitador de boxes estaba mejorando medio segundo por vuelta. Hay mucho potencial. Es como estar de vuelta en casa pilotando el coche mejor equilibrado que he llevado nunca. El equipo me preparó lo mejor que pudo, fue absolutamente irreal».
Una vez superado el impacto inicial, Paul se limitará a aprovechar su oportunidad sin presión. «Voy sin presión, quieres ir adelante y ver cómo es tu estado físico con más de 70 vueltas y el calor que hace aquí. El coche de 2017 no me sorprendió, esperaba que fuera un poco más rápido, pero la carrera es una historia diferente. No sé dónde están los neumáticos y nunca he conducido el coche lleno de combustible, por lo que será otro shock encarar la primera curva», confiesa. Seguro que se lo pasará mejor que planchando camisas.