DAJABAÓN. Jean Carlos Luis espera su deportación en una especie de celda de malla ciclónica que tiene el Cuerpo Especializado de Seguridad Fronteriza Terrestre (Cesfront) en el traspatio de sus instalaciones en la frontera dominico-haitiana en Dajabón.
Junto a él, otros diez hombres aguardan por el momento en que sean depositados en el puente sobre el río Masacre que divide los dos países de la isla, y emprender, desde Ouanaminthe (Juana Méndez), el retorno a sus hogares.
Jean Carlos llegó al lado dominicano hace unos cuatro días desde Puerto Príncipe con fines de ir hasta la provincia Santiago a visitar unos familiares.
No tiene documentos que le permitan entrar o permanecer en el país, así que pagó RD$4,000 a un compatriota suyo en Haití por un carnet de residente.
Cuenta, en un español casi claro que aprendió en su país, que no era la primera vez que pagaba por un carnet, similar a los que entregó el gobierno dominicano a los nacionales de otros países que se acogieron al Plan Nacional de Regularización, programa mediante el cual se regularizó el estatus migratorio de unas 249,000 personas, según la cifras aportadas por el Ministerio de Interior y Policía.
El inmigrante burló la seguridad de la frontera caminando por el río, pero al dirigirse a la ciudad fue detectado por uno de los guardias de uno de los siete puestos de chequeo que hay en la Línea Noroeste, desde Dajabón a Santiago, y mandado a bajar del autobús en el que viajaba.