Escribir no fue todo para Augusto Roa Bastos. Tuvo hábitos poco conocidos. Amó al té y el helado, remó en El Mbiguá y tocó el bombo. Mientras escribía Yo el Supremo tuvo pesadillas con el doctor Francia.
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Escribir no fue todo para Augusto Roa Bastos. Tuvo hábitos poco conocidos. Amó al té y el helado, remó en El Mbiguá y tocó el bombo. Mientras escribía Yo el Supremo tuvo pesadillas con el doctor Francia.
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