Hace poco más de una semana le pregunté a Rafa Nadal si veía factible repetir el póquer de títulos seguidos en tierra que consiguió en 2010. Aquel maravilloso año ganó en Montecarlo, Madrid, Roma y Roland Garros, como el mismo, con su memoria infalible, me recordó. La modestia que se espera de un gran campeón como él le llevó a decir que lo veía «muy difícil». «Ese año logré algo que nadie había hecho nunca, así que es poco probable que vuelva a repetirse«, contestó. Venía de repetir victorias, por décima vez, en Montecarlo y en Barcelona. Esa reflexión la hizo antes de empezar a jugar en el Mutua Madrid Open con una otitis (infección en el oído) que le traía por la calle de la amargura. Este domingo ha levantado su quinto trofeo en el Masters 1.000 de la Caja Mágica. Está a un solo campeonato de hacer un segundo póquer, pero por cómo le he visto de cerca estos días en la capital, me he venido arriba: creo que puede sumar un histórico e inédito repóquer consecutivo en tierra ganando en Roma, la semana que entra, y en Roland Garros, desde el 27 de mayo.
Nadal ha recuperado el juego, la potencia física y la determinación que hicieron de él uno de los mejores jugadores de la historia, el mejor sobre arcilla, sin duda. Solo admite 2015 como mal año en su carrera, porque considera que hasta que se lesionó precisamente en Madrid, en 2016 estaba haciendo una temporada notable. Este año, nadie discute que camina de nuevo en su mejor versión… o casi. Solo Federer, otro crack renacido, le frenó en pista rápida, más allá del accidente de la final contra el cañonero Sam Querrey en Acapulco. Pero en las pistas cubiertas de polvo de ladrillo está volando. Lo tiene todo bajo control, se sabe de memoria la trayectoria de sus rivales, tácticamente es superior a todos y domina cada aspecto de los partidos. Ya lo dijo el sábado Djokovic, que le ve como gran favorito en Roland Garros: «Ha jugado como ha querido». Y así, a ver quien le pone el cascabel a este Nadal en Roma y en París. ¡A por el repóquer!