La versión voraz, caníbal, de Rafa Nadal sobre la tierra llegó en la final de Montecarlo. De su Masters 1.000 favorito. Y eso le permitió levantar su décimo título en el Principado tras ganar a Albert Ramos por 6-1 y 6-3 en 1h:16. Es su 50 título en tierra (70 en total y 29 de Masters 1.000), desempatando así con Guillermo Vilas. Ya mira al genial argentino, que dominó la superficie en los setenta, desde el retrovisor. Un marciano terrícola que se ha coronado en Montecarlo en 2017, 2016, 2012, 2011, 2010, 2009, 2008, 2007, 2006 y 2005. Puestos en fila, impresiona.
Nadal había rozado tres veces el palo este año, en Australia, Acapulco y Miami. Dos veces le derrotó Roger Federer en las finales, pero sobre pista rápida. En tierra, donde Rafa había conquistado su último torneo, el Godó 2016, hace casi un año, sigue siendo prácticamente invulnerable si el físico le respeta. Y en pretemporada trabajó a tope, después de tres meses parado, para seguir mordiendo trofeos a sus 30 años.
Al barcelonés Ramos, que tiene ya 29 años y aparecerá mañana con su mejor ránking, 19º del mundo, le cambió la vida el año pasado llegar a cuartos de final en Roland Garros. También que le diagnosticaran una intolerancia al gluten y la lactosa que le provocaba continuos problemas gástricos. En la pista Rainiero noqueó al número uno, Andy Murray, y al ocho, Marin Cilic. Pero Nadal sigue pesando mucho, y había ganado las 14 finales previas ante españoles.
El de Manacor, que en el tercer set de la semifinal ante Goffin había subido su nivel, salió a la carga. Agresivo y con dos breaks se llevó la primera manga en media hora ante el zurdo de Mataró, demasiado exigido en lo físico y que necesitó dos veces asistencia del fisio. En la segunda, el break llegó para 3-2 y ya no paró. La última rotura vino con una doble falta de Ramos. No ofreció grietas Nadal, que ganó un 81% de puntos con primer saque y 70ª con segundos y no ofreció ni una bola de break. En un día nublado, resplandeció con su décimo título. Una bestialidad. Mañana estará en el Godó, donde también aspira a una décima corona. Pero la que desea de verdad el caníbal es la décima en Roland Garros. Va en camino.