Con la noche cayendo ya sobre Montecarlo, Rafa Nadal certificó su pase a semifinales al derrotar a Diego Schwartzman por un doble 6-4 en 1h:38. Y cerró una jornada larga y llena de sorpresas en la Pista Rainiero del Principado. Sobre ella vivió un día mágico Albert Ramos, que como una hormiguita, poco a poco y sin hacer ruido, llama también a la puerta de los grandes torneos. Si el jueves dio la campanada eliminando al número uno del mundo, Andy Murray, tampoco detuvo su marcha frente al octavo, Marin Cilic, al que derrotó por 6-2, 6-7 (5) y 6-2, en 2h:32, para citarse (13:30 horas) con Lucas Pouille, que ganó a Pablo Cuevas.
Ramos, 24 del mundo y de 29 años, se aseguró ya el lunes escalar puestos en el ránking y llegará al torneo de casa, el Godó, con el mejor ránking de su carrera. El discípulo de José María Díaz, con quien lleva desde los nueve años, supo sufrir. En el tie-break llegó a estar a dos puntos de llevarse el partido y no lo consiguió. Comenzó cediendo dos juegos en el parcial definitivo, y acabó remontando.
El de Mataró, acostumbrado a navegar entre la clase media, llegó el año pasado a los cuartos de Roland Garros y después ganó el Torneo de Bastad. Comenzó a creérselo. También contribuyó que se le detectara una intolerancia al gluten y la lactosa que le hacía padecer continuos problemas gástricos. La semifinal es su techo en un Masters 1.000.
Después Nadal liquidó al correoso Diego Schwartzman en dos sets y se citó en semifinales con… David Goffin. Porque el belga desbarató un posible y morboso duelo con Novak Djokovic, que sigue dando tumbos y fue noqueado por 6-2, 3-6 y 7-5. El serbio es ya el 20º en la Race, la clasificación del año. Ha perdido mordiente y hambre. Está desdibujado. A las 15:30 de este sábado (Movistar Deportes 2), el español se medirá al de Lieja, de 26 años y 13 del mundo, con quien le gusta entrenar en los torneos pero con quien no se ha cruzado nunca.
Nadal, que busca su 10º corona en Montecarlo, tuvo que trabajar mucho ante Schwartzman. Hincha de Boca, de 24 años y campeón el año pasado en Estambul, es una de las esperanzas argentinas. Ahora es 41º del mundo y demostró casta y una derecha contundente. El argentino llegó a arrebatarle cuatro veces el servicio. Con lo que se vio obligado a conseguir seis breaks. Llegó a ir 2-4 abajo en el segundo set. Pero supo cambiar la velocidad, vencer al frío y a la pesadez de la pista y levantarse.