En la década de los 80, en plena adolescencia, tenía un cuaderno donde apuntaba los nombres de deportistas españoles e iba añadiendo sus victorias internacionales. No rellené muchas hojas, porque en esos años no obteníamos tantos éxitos. Recuerdo a varios ciclistas, también jugadores de golf… Y en primavera, cuando comenzaba la tierra batida, era el momento de los tenistas. José Higueras, primero, y Emilio Sánchez Vicario, después, se hincharon a ganar sobre esta superficie. También mojaron otros como Juan Aguilera y Sergio Casal. Ya en los 90, cambié el cuaderno por el AS. Y los tenistas aumentaron su tierra de cultivo, porque a la cantidad agregaron también la calidad. Bruguera, Corretja, los Costa, Carretero, Moyá, Mantilla… Roland Garros, Montecarlo, Roma, Barcelona, Hamburgo…
Eran tiempos en los que la prensa francesa definía a los tenistas españoles como ‘ratas de tierra’, cansados de vernos siempre en la final de París. No sabían aún la que se avecinaba. De tanto regar la tierra, se multiplicaron los frutos… Y creció Rafa Nadal. Con 19 años recién cumplidos, el balear conquistó su primer Roland Garros. Ahora, con 30, tiene ya nueve, el mismo número de trofeos que en Montecarlo y Barcelona. En total ha sumado 49 títulos sobre la arcilla, los mismos que Guillermo Vilas, con quien pretende desempatar esta temporada para refrendarse como el rey de la tierra. Esta semana se juega en Mónaco, un clásico. Los tenistas españoles, y no solo Rafa, han aprendido a ser competitivos en cualquier superficie. Pero cuando llega la tierra nos sentimos como en casa. Un palacio para Nadal.