José Alfredo Espinal
El autor es periodista
SANTIAGO, RD.- Cuando desde el Poder se oprimen a los ciudadanos porque emiten juicio de valor sobre la realidad económica y social de un país y, por otra parte, se presiona a los que protestan en reclamo del cese a la corrupción y a la impunidad, no cabe la menor duda de que parecería que se pretenda instaurar una dictadura.
Son muchos los países que vivieron episodios desagradables con los asesinatos que se originaban bajo las riendas de los caudillos.
Pero, otra tiranía, en pleno siglo 21 no está en condiciones de ser aceptada ni permitida por nadie.
Hay presidentes y funcionarios que cuando asumen un cargo público olvidan que el poder absoluto que exhiben se lo ha otorgado el pueblo, el mismo y el único en capacidad de provocar que ese privilegio caduque en cualquier momento.
En cualquier sociedad donde la tiranía tenga camuflaje de democracia, con la salvedad de algunos que desafían el poder político para informar con cierta independencia, peligra la paz y por consiguiente la tranquilidad ciudadana.
Nadie, absolutamente nadie, podrá oprimir a todo un pueblo sólo porque se opine y se piense distinto a quienes gobiernan. Siempre habrá a quienes callar por diversas circunstancias, pero aún con los pocos que logren sobrevivir a la opresión se hará la diferencia.
En ese sentido, y a propósito del poder político, se recomienda ver la película “Poder Absoluto”, protagonizada por las estrellas de cine, Gene Hackman, Clint Eastwood y Ed Harris, entre otros, sobre el drama que se vive cuando desde el poder se quiere, incluso, tratar de encubrir hechos y situaciones que son difíciles de ocultar.
La cinta del año 1997 retrata en resumidas cuentas que hay grandes altares que pueden caerse con el más mínimo temblor de tierra.
Si alcanzan ver la película y extraen de su contexto la realidad que se vive hoy en día, se darán cuenta que pese al Poder Absoluto que se obtente en un momento determinado, las estocadas son mortales cuando provienen de un pueblo hastiado de la arrogancia, el poder avasallador, la inseguridad ciudadana, la corrupción y la impunidad que han padecido las naciones por décadas.
“Porque nada hay encubierto, que no haya de ser revelado; ni oculto, que no haya de saberse”. Lucas, 12-2.