No entiendo a Fernando Alonso

Es un campeón, lo dice la historia; un valiente, lo vemos cada domingo; un luchador, nadie lo puede dudar. Pese a todo, no consigo entender cómo Fernando Alonso sigue jugándose la vida en los grandes premios con un McLaren que sólo merece dormitar en un desguace. Su actuación en Bahrain ha sido para enmarcar, pelando metro a metro de asfalto con pilotos menos capacitados en un intento desesperado… ¡por acabar el trece! Porque esto, aunque algunos lo olviden en ocasiones, no es un juego. En las carreras, en la Fórmula 1, cualquier error puede pagarse muy caro, por desgracia muchas tragedias lo confirman. Y nada de eso parece importarle al asturiano, él sigue exhibiendo un pundonor por encima de lo normal, extraordinario.

Fernando, cada día más admirable

Tiene 35 años, más dinero del que podría gastar en varias vidas, una novia espectacular, una familia que le quiere, admiradores por todo el mundo y proyectos ambiciosos fuera de este disparate en que se ha convertido la F1 para él. Sin embargo, Alonso lo ignora todo cuando se coloca el casco y busca motivación donde, personalmente, me parece imposible encontrarla. Si se ha saboreado el jamón de pata negra es difícil acostumbrarse a la mortadela, por mucho hambre que se tenga. Nada de eso va con el ovetense, cada día me admira más su capacidad para abstraerse de todo e intentar demostrar que sigue siendo muy grande, aunque no sirva de nada e incluso unos pocos torpes no lo vean. Deberíamos sentirnos orgullosos de este deportista español, incluso en días como hoy en el que ni siquiera ha logrado acabar la carrera.

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