SANTO DOMINGO. ¿Estamos ansiosos? ¿Deprimidos? ¿Optimistas? Si sentáramos al país en un diván… ¿cuál sería el diagnóstico? Al Dr. José Miguel Gómez se le reconoce como un divulgador de la psiquiatría social. En su consulta -privada y pública- recoge el sentir de una sociedad en transformación y que marcha a varias velocidades. Este es su diagnóstico. Y también, su receta.
—Usted se ha interesado por aplicar la psiquiatría a la observación del grupo. ¿Se puede identificar un estado de ánimo colectivo?
Sí. La siquiatría social va estudiando los fenómenos sociales que influyen en el comportamiento de las personas. Lo que acontece en una sociedad, en un hecho histórico determinado, incide mucho en el comportamiento del grupo. Hoy habría que atender a los efectos de una crisis económica que es ya una crisis estructural. Como trabajadores de la salud mental observamos esos indicadores de riesgos psicosociales que empujan a la gente a padecer trastornos mentales o alteración de la conducta o a tener problemas de salud mental. Debemos buscar una respuesta que no solo sea biológica, que sea también la respuesta psico-emocional.
—¿Qué problemas determinarían hoy esa respuesta?
La sociedad dominicana está viviendo en un mundo globalizado con problemas de inseguridad, desempleo, de insatisfacción, de desesperanza aprendida. La mayoría no tiene acceso al desarrollo social. En toda Latinoamérica han aumentado los riesgos de salud mental. Latinoamérica ha entrado en un proceso de lo que Durkheim en el siglo pasado llamó la “anomia social”: sociedades que entran en una incapacidad para responder, para organizarse y buscar respuestas a sus propios males. Por ello se quedan desorganizadas, se patologizan y se les complica organizarse. Por otro lado Harry S. Sullivan habla de la “desmoralización sin esperanza”: hay gente que no ve la posibilidad de cambiar el rumbo de su vida, de que puedan cambiar los indicadores socioeconómicos. Pierden la esperanza de que su vida va a mejorar.
—¿Identifica eso ahora en el país?
Sí. Por ejemplo, este movimiento del 4% para la educación fue una expresión de una sociedad con esperanza, que demanda a través de la movilización y la organización. Los movimientos de Loma Miranda, Los Haitises, ahora el Libro Verde… Una sociedad puede darse cuenta de que está entrando en una crisis y tiene dos salidas: o entra en caos y se organiza la sociedad civil y demanda políticas de inclusión social, o simplemente entra en lo yo llamo la patología social dominicana y continúa enferma. Es una sociedad no inclusiva, no es cohesionada, equitativa, sin oportunidades para los jóvenes y sin respuesta a los problemas sociales acumulados de décadas.
—Interpretando lo que usted dice ¿estamos en un momento de indecisión entre la organización y el reclamo o dejarnos vencer por el caos?
Tenemos los mismos indicadores que tenían hace 20 ó 25 años México, Guatemala, Honduras… Cuando uno ve que el Estado ha perdido la capacidad de organizar, de dar respuesta a través de las políticas públicas y de las medidas económicas y sociales es cuando se da cuenta que si República Dominicana no toma los correctivos de lugar… apunta a la dirección de esos países. Me preocupan los indicadores de inseguridad tan altos.
—Usted ha escrito: “Existir implica construir propósitos”. ¿Tenemos como nación un propósito común?
Yo pienso que hemos perdido el proyecto de país –y me duele decirlo-. Pienso que nos estamos convirtiendo en una sociedad cada vez más individualista, menos gregaria. Es una sociedad excluyente, individualista, de necesidades de grupos. Pienso que el proyecto de nación que se empezó y que quiso organizarse desde la primera República es un proyecto pendiente y que hay males en República Dominicana de un siglo que todavía no han podido ser superados.
—También ha escrito mucho sobre la juventud y la describe un poco desesperanzada. ¿Cree de verdad que la generación de jóvenes tiene un futuro difícil?
Sí. Yo trabajo con jóvenes y hablo mucho con jóvenes. Se han hecho estudios. Los jóvenes de clase media o media alta que han podido ingresar a las universidades, que tienen maestría y PH… todos hablan del factor migratorio y cómo se insertan en Canadá, en Europa o en un país desarrollado. Ven que la movilidad social, y económica en República Dominicana no se está dando. No hay oportunidades inclusivas para ellos.
En los sectores medio y medio bajo están en la supervivencia: muchachos que llegan a la universidad pero se les hace difícil encontrar un empleo de calidad a través del que conseguir la movilidad basada en el esfuerzo. Se les hace imposible con los salarios actuales tener un apartamento, comprar un vehículo, dar a sus unos hijos unos niveles de educación. Conseguir la movilidad social a través de su esfuerzo.
En los sectores pobres y excluidos los jóvenes están en desesperanza. No tienen empleo, no tienen oportunidades, no saben cómo construir proyectos de vida. La sociedad no les prepara para entrar al mercado formal o al mercado de las tecnologías o no les forma en carreras técnicas a corto y mediano plazo que les puedan insertar a la economía. Esa masa de jóvenes entre 18 y 30 años que vive en la marginalidad social, que han emigrado en una sociedad que hace 15 o 20 años era eminentemente rural y ahora es urbana. Esa movilidad que ha venido de los grandes campos en grandes masas ha venido a la periferia a los cordones de miseria de la marginalidad de las grandes ciudades como Santo Domingo, Santiago, San Cristóbal, La Romana, Higüey, La Vega, Moca.
Esa migración fuerte de lo rural a lo urbano es más susceptible de caer delincuencia, pandillerismo, al micro tráfico, al mercado informal para poder subsistir. Eso te habla de un nivel de resentimiento social que se acumula.