Por Leonardo Sanchez
Sabían bien que la información iba a llegar sin medias tintas; que los hechos que se pretendían ocultar, iban a explotar con consecuencias imprevistas. Porque el que llama al diablo, en algún momento pudiera verlo venir regando un azufre que no se puede ocultar, porque huele tanto como lo que huele mal en Dinamarca.
Pero antes tenían que “sacar pecho” para enviar el mensaje de que son inmunes a todo porque cuentan con todo el poder. Ese poder de la cara dura que se coloca por encima de todo. Y que sabe que cuenta con todo, incluyendo la mentira.
No han calculado que sus hechos, ahora descubiertos, colocan al país en una encrucijada que nunca debió estar en la agenda de la sociedad que tanto ha luchado, y todavía lucha, por la transparencia y contra la corrupción y la impunidad.
Esa impunidad que los hace arrogantes. A los unos y a los otros.
Decían que la verdad iba a salir. Y salió no para negar lo que se negaba, sino para todo lo contrario, porque la verdad ahora está imputando a quienes negaban los motivos de imputación, aunque no tiraran la primera piedra hacia atrás.
Motivos que no se van a cubrir con declaraciones en los medios cooptados; porque la verdad está fuera del alcance de los manipuladores. Y la imputación hace que los sujetos de la misma tengan que tomar sopa de su propia sopera rebosante de ilegalidades.
Esos motivos que hacen ilegal todos los actos de los imputados por la verdad que ya ha salido y que no deja espacio para trastocarla.
Como tampoco hay espacio para “conceptualizarla”. Tal vez, solo quede espacio para que los altavoces sigan intentando confundir a los que se sienten bien dejándose confundir porque les conviene que crean que están confundidos.
Y no están confundidos. Reciben enormes beneficios para parecer confundidos en medio de hechos irrefutables que no pueden ser desmentidos ni rechazados según el método circular de negar la verdad.
Ahora resulta que la verdad ha imputado no solo a los que desafiaban la realidad de los hechos que conocían y procuraban ocultar. Y la imputación debería tener alguna consecuencia asociada a su propia ilegalidad.
¡Y nadie le está pidiendo “que se vaya ya”!
Ya eso se hizo una vez sin ningún resultado. Aunque aquel a quien le pedían que se fuera quedó totalmente al descubierto, pero “por la estabilidad social y económica” tuvo la cara dura de quedarse donde no debió quedarse si hubiera tenido algún sentido ético y moral.
Como ahora. Ahora deberían estar pidiéndole a todos que se vayan porque todos son ilegales por haber sido electos con el uso de dinero ilegal ya confesado también. Igual que los sobornos confesados pero que no encentran responsables de haberlos recibido.
Se han desvanecido los que recibieron los sobornos, igual que esperan que se desvanezcan los que recibieron dinero ilegal para financiar campañas electorales que han definido la ilegalidad de un gobierno completo. Incluyendo “su congreso”.
Sí, porque todo el gobierno se ha hecho reo de ilegalidad por haber recibido las asesorías mercadológicas y confesadamente económicas. Y no deja espacio a ninguna sucesión porque todos son ilegales. Los elegidos con dinero ilegal y los seleccionados por los primeros ilegales, incluyendo a jueces de cortes altas.
Y esa cadena de ilegalidades no dejan otra alternativa que barajar de nuevo la partida y cambiar los participantes, porque los beneficiarios de la ilegalidad deben apartarse y sentarse en el banco de los acusados. Porque es allí donde deben ir a parar; esperando que una nueva justicia, y no la suya, decida las consecuencias de su mal proceder.
Porque ninguna ilegalidad tiene facultades para juzgar a ninguna otra. Incluyendo a los partidos políticos que se han beneficiado de todas las ilegalidades y que también deben ser imputados. Aunque no hayan pedido que los imputen.
Y ya no se vale “pedir perdón a la sociedad”. Ese momento ya pasó en medio de las diatribas y negaciones que ahora la verdad ha sacado a la luz. Y la verdad ha demostrado que hay corrupción. La misma que también se negaba.
Y ha imputado a todos los imputables. A los que no habían querido imputar para que no cayeran.
Porque ahora deben caer los que se enunciaban en “caiga quien caiga”. Cuando se decía que “no hay vacas sagradas”, en el concierto del Buey Apis; ese animal mitológico que, como muchos, tenía el sol entre los cuernos y que era hijo de una vaca sagrada que tenía nombre propio y era adorada como Isis, y que también cayó cuando se acabó el poder litúrgico de su fantasía.