La ONU se prepara para retirar a sus cascos azules de Haití tras casi 13 años patrullando los barrios pobres, poniendo fin a una misión con un costo anual de 346 millones de dólares que deja un saldo mixto: algunos haitianos dicen que la ONU no cumplió su objetivo de forjar instituciones estables y el gobierno quiere revivir el ejército, abolido hace 20 años.
Unas pocas docenas de soldados brasileños vestidos con los cascos azules de la fuerza militar de Naciones Unidas, patrullan por una densa maraña de casas en la favela más conocida de Haití.
La mayor amenaza es un puñado de perros ladrando en algunas de las calles donde las balaceras entre bandas y cascos azules solían ser diarias. Años de patrullas sencillas como esta, en una tarde reciente en el húmedo distrito de Cité Soleil envían una clara señal para muchos, tanto en Haití como en todo el mundo, de que es hora de desintegrar la fuerza de la ONU que ha estado controlando la nación caribeña desde que una revuelta en 2004 dejó al país sumido en la violencia. “Tenemos un ambiente seguro y estable”, dijo el coronel Luis Antonio Ferreira Marques Ramos, subcomandante del contingente brasileño de cascos azules a The Associated Press.
“Lo importante es salir bien”. Ante la reducción constante de las operaciones que efectuó la misión de paz en Haití en los últimos años y la presión del gobierno estadounidense de Donald Trump para recortes, Naciones Unidas estudia enviar a casa a los 2,358 soldados de 19 países contribuidores que integran su fuerza, quizás en cuestión de meses. El jefe de la misión de paz de la ONU, Herve Ladsous, dijo durante una visita reciente a Haití que el componente militar “es probable que desaparezca en un futuro relativamente cercano”.
Los funcionarios no se han pronunciado sin embargo sobre los cerca de 2.200 policías extranjeros que lo acompañan. Washington, el principal contribuidor económico a la misión en Haití, está presionando también para revisar las otras 16 misiones de paz activas de la ONU. Un diplomático, que habló bajo condición de anonimato por el carácter privado de las conversaciones, dijo a la AP que la nueva embajadora de Estados Unidos ante Naciones Unidas, Nikki Haley, se pronunció a favor del fin de la operación de paz en Haití, conocida por su acrónimo en francés MINUSTAH.
“La MINUSTAH en Haití es un muy buen ejemplo de una misión que básicamente ha hecho su trabajo. Así que estaremos muy contentos de su cierre”, manifestó el representante británico en la ONU, Matthew Rycroft, en una conferencia de prensa en la sede del ente en Nueva York.
Se espera que el Consejo de Seguridad de la ONU decida sobre la reconfiguración de la misión, que tiene un coste anual de 346 millones de dólares, a mediados de abril tras revisar las recomendaciones de Ladsous.
Sin embargo, la salida de las tropas del país no significa el final de la Misión de Estabilización de Naciones Unidas en Haití. Las operaciones de agencias como UNICEF y el Programa Mundial de Alimentos seguirán en marcha.
Según analistas, los funcionarios estarían considerando mantener el personal civil y la fuerza policial de la ONU para continuar construyendo y formando a la policía nacional.
“Esto no tendría precedentes en la historia de las misiones de paz de la ONU. Normalmente, la policía solo sirve en misiones de mantenimiento de la paz con apoyo y respaldo militar. Pero es una opción creativa para reducir el tamaño y coste de la misión mientras la MINUSTAH se prepara gradualmente para una retirada completa”, señaló Aditi Gorur, que investiga aspectos relacionados con los cascos azules como director del centro de estudios Stimson Center de Washington. La primera misión de “estabilización” de la ONU llegó a Haití en 2004 tras una revuelta que derrocó al presidente Jean-Bertrand Aristide y que puso al país, aquejado por problemas crónicos, al borde del colapso.