Por Leonardo Sanchez
Cuando hasta “la mar bota peje”, hay que ver el mar de fondo completo que afecta la vida de las especies que habitan el ambiente afectado por mal tiempo; hay que ver los desperdicios que quedan en las playas y las especies menores que perecen al ser arrojadas por las olas fuera de su hábitat. El olor, es regularmente insoportable.
La saga de Odebrecht, y un gobierno que se revela a sí mismo como atrapado sin salida, cada día sorprende más con los “acuerdos”, arreglos anunciados y declaraciones del procurador, que más parece el dueño de la justicia, que negocia los ilícitos penales como eso, un dueño que no tiene que actuar con transparencia y frente a la opinión pública.
El procurador, que no se decide a pedir un juez de instrucción con autoridad constitucional y legal para actuar en nombre de la sociedad. Y, ante tanta ambigüedad, que parecería debilidad, sin serlo, la compañía extranjera, con pasmosa facilidad está acordando pagar, y pagando, penalidades de acuerdo a la ley dominicana y el gobierno aceptando sin mediar una auditoria forense ni una sentencia de un juez calificado.
A nadie parece extrañarle la facilidad con la que se están haciendo acuerdos de aposento entre el gobierno y Odebrecht. Parecería, otra componenda para escurrir el bulto del gobierno mismo en este affaire de corrupción pública y privada.
Y se siente muy suave la forma con la que Odebrecht suelta los pagos y acuerda un plazo menor que en otros lugares para completar el acuerdo de pago realizado sin la intervención de un juez ni el conocimiento de la sociedad.
Como “cuando la mar bota peje” que se sabe que hay mal tiempo. Y, como “a mal tiempo, buena cara” el procurador es llevado a solicitar la rehabilitación de Odebrecht a cambio de nada, porque el dinerito cacareado tenía que darlo como castigo, y no como trueque para quedar libre de trabajar de nuevo en el país.
Y el olor de ese acuerdo, se parece al hedor de una playa después de un mal tiempo.
Porque se siente que el procurador, procura salvar el espinazo del peje de la comarca marina afectada por el mal tiempo y por eso la mar está botando pejes.
El procurador, que no procura guardar las apariencias de su ubicación política y fraternal, ha dado plazos indebidos y aceptado documentos basura mientras permitía que se escondieran los que posiblemente incriminan a los sobornados.
Por eso, ahora se hace un acuerdo sin consecuencias. Sin judicializar a los responsables de recibir los sobornos y a los que sobornaron. Todo tierno, suave y bello, como si no se tratara de un asunto de interés público.
¡Como si Odebrecht no hubiera violado la ley de soborno!
Por eso, lleva el proceso lo lleva como “caña pal molino” a nivel confidencial privado.
Y, como “no hay plazo que no se cumpla ni deuda que no se pague”, el procurador juega a esperar y a encubrir, en lugar de acusar a sobornados y sobornadores.
Porque el PGR tiene la información de los implicados y se ha hecho el indio.
Y por ello, cuando llegue el momento de la liberación de la información por parte de las autoridades brasileñas, se podrá ver hacia donde han ido las diligencias en estos momentos, aparte de ir hacia ningún lado que cumpla con las leyes.
El PGR aduce, para no tocar las teclas que hay que tocar, que ya concluyó la primera fase de la investigación, como si oficial y legalmente se hubieran establecido y se conocieran tales faces investigativas que solo él y sus mandantes conocen.
Y esa fase, concluida, no ha incluido a connotados y sonados personajes involucrados en la contrateria manejada por funcionarios, ministros y legisladores con Odebrecht. Porque, el primer ministro de Obras Publicas que firmó el primer contrato con los brasileños, no ha sido llamado a los conversatorios o reuniones de amigos que ha realizado el Procurador que no procura ocultar su timidez, como si se tratara del mítico Inspector Clouseau.
En tanto que, los legisladores que encabezaban a los senadores y diputados en aquellos momentos ya han sido convocados y colocados en la picota publica, ionizados por una abundante tanda vocinglera de bocinas propicias.
En cambio, tampoco han llamado a los legisladores que aprobaron cerca del 90 por ciento de los préstamos y los contratos que los soportaban, en una selectividad encubridora de personas que pudieran terminar con la Cabeça Feita.
Y esos son los pejes que la mar no bota a pesar del mal tiempo. Y que el pueblo espera ver aleteando en la orilla, porque esos son los mayores responsables de la aprobación sobornada.
Igual que la comisión liquidadora del involucramiento del ejecutivo en el contrato de las plantas a carbón de Punta Catalina y su relación con los procesos electorales donde Odebrecht ha confesado haber contribuido a esas campañas.
Asi, se declara que han solicitado la información con los detalles y nombres de los sobornados “para darle celeridad al proceso”, sabiendo, como saben, que Brasil no va a entregar ninguna información hasta final del verano, cuando vence la gracia otorgada.
Sin dudas, se establece un plazo de varios meses, esperando “que el caballo hable, o que el rey se olvide de la apuesta”.
Porque ahí hay unos funcionarios, ministros, directores y legisladores, que son señalados por su propio éxito financiero, pero que, parecería, que no pueden ser tocados a la altura del poder donde ejercen funciones similares a los señalados por las entrevistas.
Ahora, procurando acuerdos “de boca”, a todas luces ilegales porque violan la ley de contrataciones públicas y tirando al cesto de la basura la transparencia y negociando la inhabilitación de la empresa sobornadora.
A cambio de nada que no sea silencio registral de los sobornados; porque es un acuerdo de silencio.
¡Omerta!
Luce que el país tiene un procurador con todas las posibilidades para investigar de manera selectiva, cediendo y acordando asuntos públicos de manera sigilosa como si fueran materia privada.
Porque el procurador, que no procura aplicar la ley, procura encubrir a los responsables de recibir sobornos, particularmente a su jefe.
Y lo hace, porque su jefe entiende que puede. Aunque marchen o dejen de marchar los grupos sociales que también buscan politizar para que todo quede en un asunto político y no de corrupción rampante e impune.
Porque ese es un peje que la mar sola no puede sacar. Y parece que se va a necesitar un gran chinchorro de arrastre para hacer lo que la mar no puede hacer, aun en medio de esta tormenta de corrupción que el mismo peje cajón no ve.
Porque, “no hay peor ciego que el que no quiere ver”.