Por Leonardo Sanchez
Fue en un lejano enero del año 48, Antes de Cristo,hace ya 2,064 años, que se produjo tal expresión cuando el Caesar, en osado desafío al Senado Romano, cruzaba el rio Rubicón desatando la guerra civil contra Pompeyo y los Óptimos, los singulares aristócratas que se habían colocado por encima de las instituciones ordinarias de las asambleas populares y de los plebeyos, otorgando todo el poder al Senado de Roma.
Y ahora,que otro enero está cerca, a los dominicanos nos falta un Caesar que se atreva a cruzar el Rubicón que ha quedado al descubierto con este nuevo caso de corrupción pública; ¡éste rio de corrupción que corre crecido!
Un Caesar que entienda que, en verdad, La Suerte Está Echada.Que, si dejamos pasar este caso de los sobornos de Odebrecht, ya no habrá más República Dominicana y seremos otro conglomerado fallido como nuestro vecino más cercano.
Porque para los efectos, el caso de sobornos millonarios de la empresa brasileña Odebrecht, viene a ser otro Rubicón para la cesárea sociedad dominicana que no ha sabido sacudirse de la aristocracia que le exprime los bolsillos.
Llegamos a la orilla del emblemático rio del norte romano para quedarnos pasmados ante los actos de corrupción pública que nos dejan perplejos.
Los Óptimos, renegando de sus orígenes plebeyos, han desfalcado a Roma llenando sus bolsillos con su hambre ancestral proveniente de las masas desposeídas de donde surgieron al son de las rifitas.
Como en su momento ocurrió con el Caso Sun Land, faltando un Caesar que tuviera el valor de cruzar las aguas turbulentas que corrían a las puertas de la Suprema Corte de Justicia que iba a terminar anegada. ¡Cagada y con el agua lejos, como dicen los colombianos!
Mientras el Pompeyo de turno, se burlaba de la constitución, explicaba lo inexplicable, y planeaba cambiar las leyes de Roma tan pronto como los lodos se secaran. ¡Y lo hizo!
Y, aquellos “Césares de la decadencia”, prefirieron el bochornoso deshonor de venderse uno y guardar silencio cobarde los otros, agachando la cabeza esperando el paso de la tormenta. Y la tormenta los dejaba en las puertas de sus casas sumidos en el lodo de su propia vergüenza, estrujados por mantenerse en el cargo.
Y las legiones romanas, sin un Caesar dispuesto a “casarse con la gloria” recogieron sus gladios, sus escudos y sus pilums para refugiarse en las redes sociales. Ese espacio hueco, donde todos son caesares, porque a los aristócratas no les importa que se crucen los rubicones digitales.
¡Ellos tienen sus medios perfectamente engrasados para contar su verdad!
Y, cuando el primer Pompeyo y sus Óptimos perdieron el poder ante un plebeyo de cabeza reluciente, que ocuparía el trono brevemente, tratando de hacer chistes y pegando boches, la OISOE siguió imperturbable, igual que los contratos de Odebrecht. Otro que guarda silencio sospechoso.
Pero este Pompeyo republicano, duraría lo que dura una cucaracha en un gallinero y fue lanzado a los leones del coliseo con todas las posibilidades, devolviendo el imperio a los Óptimos de la dinastía de los Pompeyos purpurados.
Y el primer Pompeyo, volvió como juanita, cargado de lejanías después de viajar por el mundo con su loro bajo el brazo, volviendo a embaucar a los plebeyos con sus letanías sobre Dominique Strauss-Khan, Rodrigo Rato y el Foro de Davos.
Y Roma se llenó de túneles y elevados, bailando la samba que tocaba la orquesta de Odebrecht, y entonces, de Pompeyo a Pompeyo se armó una garata interna hasta quedar Pompeyo, el tercero, sentado en una rumba de facturas.
¡Y Pompeyo, el tercero, no quiso tirar piedras para atrás! Y las sigue guardando por si acaso, por si a las moscas se les ocurre volar sobre la mierda y probar suerte.
Pero, cuando emergió, como un rio purulento, el Rubicón de la OISOE, no hubo césares en esta judicatura, aunque las asambleas populares se encresparon en las calles, esgrimiendo la dignidad como bandera frente a los funcionarios que se siguen creyendo aristócratas como los Óptimos de Pompeyo.
Sus voces alcanzaron los límites de la gloria, sus manos volvieron a esgrimir las pancartas panfletarias y sus pies derribaron las barricadas policiales, tomando digno control de los espacios de la razón en las calles.
¡Y las gavetas se indigestaron con la hartura de expedientes de No Ha Lugar!
Y el nuevo Pompeyo, el tercero, sabiendo como sabía, que dentro de las multitudes no iba a haber un Caesar, guardó silencio dentro de su palacio, como ahora que los lodos brasileños, no solo lo están salpicando, sino que son el jabón con que se baña, mientras trata de escurrir el bulto.
Y, cuanto más se enjabona, más se nota el sucio que surge de Luis Lula y Catalina La O, mientras Joao, desde la cárcel que habita sigue mandando asesorías para continuar inflando una popularidad entrelazada con sobornos confesados.
¡Los sobornos que necesitan una visita sorpresa de un buró de investigaciones!
Pero guarda silencio Pompeyo, mientras sus Óptimos funcionarios sintonizan las bocinas con el canal de los abortos,haciendo un alboroto tan sonoro como el coro de Los Tres Brazos, cantando al alimón.
Es el método Joao de tapar un escándalo con otro más escandaloso y espectacular.
Y los fiscales, atrapados en su propia incertidumbre partidaria, se revuelven afanosamente, como perros de una justicia complaciente que gira en un remolino de justificaciones, persiguiéndose la larga cola de la impunidad.
Redundan, cacofónicamente, prometiendo investigar lo investigado, mirando para otro lado para no ver llegar los informes de un buró federal de investigaciones que ha obligado a los empresarios extranjeros a reconocer pagos multimillonarios para resarcir lo sobornado en los países que tienen una justicia que funciona.
Y buscan mantener a los innombrables, a salvo de la jauría de las redes sociales mientras,también los mantienen fuera de los medios encadenados al presupuesto.
No quieren que los plebeyos, relacionen los préstamos que siguen tomando con la sobrevaluación de obras y los sobornos pagados y por pagar, los renglones ocultos en la contabilidad “black” como Bárcenas españoles.
Porque las obras que ha construido y todavía construye Odebrecht, son producto del aumento de la deuda externa del país. Y de ahí, se han sacado los sobornos que los reconocidos innombrables han recibido en el nombre de los Pompeyos.
Porque, al final, son los Pompeyos los principales beneficiarios de los sobornos.
Y, en el horizonte de la Roma sobornada hasta sus cimientos morales, no se perfila un Caesar que cruce los rubicones de la corrupción.
Por eso el nuevo Pompeyo, el tercero, se atreve a guardar silencio, mientras sigue rezando a San Joao para mantener el milagro de su popularidad producto de la propaganda y que a ningún Caesar se le ocurra cruzar este Rubicón.
Y reza también, para que se aplaque y se olvide la ira provocada por los sobornos millonarios que han hecho a Roma cada día más pobre, mientras los Pompeyos y sus Óptimos son cada vez más ricos repartiéndose los préstamos.
El esquema de centrifuga que ha producido la magia de convertir a un grupo de mendigos plebeyos, en aristócratas millonarios que enlodan a Roma cada día con su opulencia.
¿Estará ya la suerte echada?
Deus vult!