Competir en Navidad, y no solo eso, sino además decidir el título en unas fechas tan señaladas. Hoy en día sería una locura, pero la Fórmula 1 ha pasado por todo en su historia y también por eso. Sí, en los 66 años que lleva disputándose el Mundial, hubo dos que acabaron mientras el resto del mundo se dedicaba a reposar la cena de Nochebuena y se preparaba para la de Nochevieja. Fue en dos años consecutivos, 1962 y 1963, y en un mismo circuito, el Príncipe Jorge de East London. El GP de Sudáfrica cerraba la temporada en pleno invierno.
Alargar hasta los últimos coletazos del año el Mundial es algo impensable en la actualidad, y más teniendo en cuenta que se acaba de celebrar la temporada más larga de siempre con 21 grandes premios, empezando el 20 de marzo y acabando el 27 de noviembre. Sin embargo, en la segunda década del deporte, no había tantas carreras por año. En concreto, en 1962 hubo nueve y en 1963 diez tras añadirse el GP de México. Además, se daba el pistoletazo de salida en mayo y podía alargarse bastante más su final.
Para celebrar una carrera en esa época tan retrasada del año había que encontrar un lugar en el que el tiempo no fuera una preocupación, y a casi 1.000 kilómetros al sur de Johannesburgo, la ciudad más poblada de Sudáfrica, dieron con la pista ideal en el hemisferio sur para disfrutar de las bondades del verano austral. Así, el 29 de diciembre de 1962 y el 28 de 1963 el paddock se trasladó al sur del continente africano para decidir a dos de sus campeones: Graham Hill y Jim Clark lograron allí sus primeros títulos en un duelo entre ellos.
En la primera temporada que el Mundial finalizaba bajo el sol invernal de Sudáfrica, Hill y Clark llegaban con posibilidades de título. Ambos estaban separados únicamente por tres puntos con ventaja para Graham. Jim se hizo con la pole por delante de su rival, pero a 20 vueltas del final de la carrera sufrió una fuga de aceite que le apartó del título. El año siguiente los mismos protagonistas llegaban al mismo escenario ocupando la cabeza de la clasificación, pero el título ya estaba en manos de Clark, y aun así ganó la carrera doblando a Hill.
Esos han sido los dos únicos finales que la F1 ha vivido en invierno, casi agotando los días de diciembre, y sirvieron para ver nacer la leyenda de dos de los hombres que siempre ocuparán la élite del deporte. En nuestros días, lo más que vemos a los monoplazas rodar en invierno es en los test de pretemporada que habitualmente se suele celebrar en febrero (este año dará comienzo el 27 de febrero en Montmeló). Hace más de 50, había que aparcar los langostinos, los mazapanes y el turrón para vivir el desenlace de la F1. Otros tiempos.