Este jueves, a eso de las 16:00 (TDP), Rafa Nadal arranca el curso 2017 en el torneo de exhibición Mudabala, en Abu Dhabi. Se medirá a Tomas Berdych 79 días después de que decidiera parar, tras caer en Shanghai, y recuperar del todo su muñeca izquierda. Los Juegos de Río, donde fue oro en dobles con Marc López y cuarto en individuales, le pasaron mucha factura. “Forzar me causó un edema”, recuerda. No había jugado nada desde que se retirara en pleno Roland Garros por una inflamación en la vaina del tendón.
Con los títulos de Montecarlo y el Godó como únicas piezas, una derrota en primera ronda de Australia, la lesión en París ausencia de Wimbledon y octavos en el US Open, los puntos volaron de su cuenta. Es noveno en el ránking, lo que le puede deparar cruces con los de arriba ya en octavos en Melbourne.
En una decisión “consensuada” con su tío Toni, ha sumado a su equipo técnico a Carlos Moyá, ex número uno y sobre todo amigo. “Está con muchas ganas y tiene, por la irregularidad, un problema de confianza, no tenístico”, explica Moyá, que le ve más que capaz a sus 30 años de volver a ganar un Grand Slam. Ya han estado juntos en Manacor, donde Rafa se ha entrenado con gente como el portugués Joao Sousa, y debutarán en Australia.
Nadal ha cambiado Doha por Brisbane en 2017 para la primera semana de enero (también hará dobles con Marc López) y elimina la gira americana de tierra tras Australia sustituyéndola por dos paradas en rápida: Rotterdam y Acapulco. “El objetivo es competir bien para intentar ganar todo lo que se pueda. Si estoy sano, espero tener opciones de competir por lo que me ilusiona”, avanza. Este año, con la vitamina de Moyá.