Por Luís Céspedes Peña
Hay un refrán que dice: No nades contra las corrientes, porque te ahoga. Y si nadar contra las corrientes es peligroso, ¿por qué hacerlo?
En el 2015, Hillary Clinton, precandidata presidencial por el Partido Demócrata de Estados Unidos, pronunció uno de sus más desafortunados discursos políticos en Nueva York, cuando insinuó trabajar para acabar con las religiones y defender la política del Estado en el financiamiento de los millonarios costos económicos de los abortos en ese país.
Cuando leí esas declaraciones de Clinton, que aparecieron publicadas el 27 Abril de ese año en el periódico La Gaceta, dije “este es el comienzo de una derrota”. Desde ese momento, la entonces precandidata presidencial comenzó a tener problemas internos.
Muchos fueron los escritos, incluyendo algunos de mi parte, que le sugerían a Clinton cambiar su estrategia, si quería ganar, pero ella mantuvo su errado discurso hasta el final de su campaña presidencial defendiendo el aborto, castigado por los religiosos, en lo que fue definido por analistas norteamericanos como “la guerra de Hillary contra la religión”.
Su último debate con Donald Trump, donde Clinton reiteró su apoyo al aborto, fue su final. Trump, hábilmente, aprovechó esa debilidad de su oponente y manifestó su radical oposición a ese tipo crimen, lo que le ayudó a lograr un excelente resultado, como fue la victoria presidencial. Y a ese error, Clinton le sumó el abandono de los grandes medios de comunicaciones, lo que también aprovechó el millonario para completar su victoria.
¿Intervención rusa o mala práctica política?
Clinton olvidó que la Primera Enmienda de la Constitución de su país, es el respeto a la religión. Con eso no se juega ni en Estados Unidos, Europa, República Dominicana, ni en ningún país del mundo religioso.
Muchos de los más grandes centros electorales de Estados Unidos, donde los demócratas eran mayorías, pero que por ser zonas muy religiosas, votaron en contra de éstos. Pensamos que el Partido de la Liberación Dominicana (PLD), debe analizar bien estos efectos de la política de Estados Unidos.
Se demostró en ese país que los abortistas son menos. Y en la República Dominicana, los que están en contra del aborto constituyen más del 98 por ciento, que es el predominio religioso, distribuido entre católicos, evangélicos y otras denominaciones.
Al Presidente Danilo Medina hay que decirle que no debe cambiar su estilo popular, que tanto gusta en el país, para aventurarse en algo que es despreciado por la mayoría de electores.
Permitir el aborto terapéutico o como se le quiera llamar, es el inicio de una despenalización total en el futuro. ¡Así haríamos lo mismo que Estados Unidos, que tiene una carnicería matando niños antes de nacer! Ahí matan, a diario, a futuros Presidentes, líderes religiosos, soldados, empresarios y trabadores.
El PLD, si quiere seguir en el poder, no debe entregar parte de su electorado a la oposición, que está en contra del aborto. ¡Lo mismo que ocurrió con Trump!
Y se puede estar seguro que si se modifica el Código Penal para permitir el aborto, el PLD va a perder mucha fuerza electoral. A la mayoría de dominicanos les gusta el estilo de gobernar del Presidente Medina. ¿Y si gusta, porqué cambiar la exitosa metodología!
Sería importante saber qué busca el presidente del PLD y ex jefe de Estado, doctor Leonel Fernández, metiéndose en ese problema.
El fallecido Presidente, doctor Joaquín Balaguer, usaba un slogan de campaña política que decía: “Lo bueno no se cambia”. Siempre dije que Balaguer estaba en el poder porque la mayoría lo mantenía en el cargo. Cuando su pueblo electoral, que no era el mío, dejó de quererlo, salió del poder.
Se alega que no debe obligarse a una mujer a alumbrar una criatura que no se procreó por el amor de la pareja (hombre y dama). ¿Pero qué culta tiene la criatura? Lo peor del caso es que entonces la Justicia va a condenar al violador, pero también va a legalizar el asesinato del niño. ¿Qué tipo de justicia es esa?
Nadie va a controlar, si se permite el aborto terapéutico o por violación sexual, que esto se haga masivo. Pero sin estar aprobado, semanalmente aparecen numerosos fetos en el país de mujeres abortando casi sin control.
Nadie debe poner en duda que el aborto es promovido por los grandes laboratorios internacionales, los cuales aumentan las ventas de jeringuillas, medicinas y equipos, para ganar más millones de dólares.
Detrás de la postura del presidente Medina, están las presiones de sectores poderosísimos internacionales.
Los graves problemas económicos de un país no se solucionan matando a millones de niños, como existe en Estados Unidos. Si matando a los niños antes de nacer se resolvieran los males económicos y sociales, ¿por qué Estados Unidos es un gran deudor?
Y si el presidente Donald Trump cierra las clínicas abortistas, como les prometió a líderes religiosos durante su campaña electoral, a los demócratas les pasarán muchos años para retornar al poder.
Es por esas razones que consideramos que el Presidente Medina, que todavía conserva una altísima popularidad, debe dejar a un lado el problema del Código Penal, seguir abrazándose con su pueblo, continuar las inversiones a favor de los sectores productores y olvidarse del menos del dos por ciento que apoya el aborto.
Gracias por leernos.