El 23 de noviembre de 2014, Nico Rosberg despertaba ilusionado en su lujosa habitación del Yas Viceroy Abu Dhabi. Había llegado el día en que podía cumplir la promesa que le había hecho a su padre Keke: ser el primer hijo de campeón del mundo de F-1 que podría brindar con su progenitor tras lograr el título. El alemán llegaba con 17 puntos de desventaja sobre su único rival, su compañero en Mercedes, Lewis Hamilton… pero con un comodín que le beneficiaba. La puntuación del GP de Abu Dhabi, cita que cerraba el Mundial, era doble por lo que un triunfo de Rosberg y un segundo puesto de cualquier piloto que no fuera el británico de Stevenage le hacía campeón.
El sábado todo fue bien. Rosberg logró la pole con Hamilton segundo. Presión añadida. El actual líder del Mundial sólo necesitaba un socio que se inmiscuyera entre los dos pilotos de Brackley al cruzar la bandera de meta…. Y ahí empezó la pesadilla. El alerón delantero de los Red Bull no pasó la reglamentación técnica y tanto Ricciardo, que había ganado las únicas tres carreras que no fueron para la dupla de Mercedes, como Vettel fueron enviados al fondo de la parrilla.
Al apagarse el semáforo llegó el desastre y golpe casi definitivo a sus aspiraciones cuando falló con el sistema de salida e hizo patinar el coche siendo ‘abrasado’ por Hamilton antes de la primera curva ayudado por la lentitud del monoplaza número 6 en la puesta en acción. El remate llegó con una avería en el ERS, que le hizo perder paulatinamente potencia, ritmo y a ser el coche más lento en la pista de Yas Marina. Terminó 14º (su peor resultado de la temporada) y doblado por Hamilton. Habrá que ver si para Rosberg segundas partes son buenas…