Hace un mes que las reglas electorales en Venezuela dejaron de existir. El Estado de derecho, ya de por sí cuestionado, quedó en receso después de que el 20 de octubre el Consejo Nacional Electoral (CNE) paralizó la recolección de firmas del revocatorio contra el presidente, Nicolás Maduro. La ausencia de una respuesta constitucional creó una sensación de incertidumbre dentro de la oposición. Se abría una etapa nueva para la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), que había hecho del revocatorio su enseña. Mientras, se inició un diálogo con el Gobierno, auspiciado por El Vaticano, que generó más desilusión y rabia que esperanza. Los dirigentes de la MUD tratan ahora de luchar contra la desmovilización y desmoralización de su gente.
“Había que ir a la reunión porque pedimos que El Vaticano mediase, después de conseguirlo no podíamos ausentarnos”, argumentaba a este diario Henrique Capriles, excandidato presidencial y principal líder de la oposición. “Si no nos hubiésemos sentado, además, entraríamos en el jueguito macabro del Gobierno de que nosotros no queremos dialogar”, añade.