El poder de unos pocos

Por Leonardo Sanchez

Ing.-Leo-Sanchez

Ninguno de ellos había soñado, ni en sus más locas fantasías oníricas, con detentar el poder que detentan, y ostentan, desde que las compuertas de la oportunidad insospechada se rompieron como una cornucopia represada de riquezas, por obra y gracia de sus palabrerías que ya todos saben que han sido mentiras

Son unos sujetos con todo el poder que les da el poder y el dinero en los bancos y en “caletas” donde ocultan sus armas y el efectivo todavía sucio.

A veces creen que tienen el gran poder de Dios. Y que Dios mismo está sometido a sus dictados caprichosos, prepotentes y altaneros.

Y, medularmente mendaces y arrogantes.

Porque regularmente actúan como poseídos por el verdadero poder de la Divinidad, colocándose por encima de todo y de todos.

Haciendo “su voluntad en la tierra como en el cielo”.

Y prometen un cielo entero, cuando tienen al país viviendo en un verdadero infierno del que son los gestores, pero que no llega a sus alturas, y no les afecta porque flotan sobre las bostas que han dejado sobre la sociedad.

Porque, mientras nos estrujan entre corrupción, drogas y violencia generalizada, nos han llenado de mierda con sus mentiras.

Porque es a mierda que huele la impunidad gestada desde el mismo génesis de sus “victorias electorales” con sus fraudes también impunes.

Y lo único que tienen que ver con la ley, es que la han hecho a su gusto y medida, y retorcido, a su imagen y semejanza, reflejando en ella su naturaleza de zarcillos.

Han relajado todos los controles e ignorado todos los procedimientos para cosechar los caudales económicos que amasan como pan con levadura divina y que hornean al calor de su falta de pudor y de honradez por lo ajeno.

Y porque “nada humano les es ajeno”.

Prevarican, con la misma naturalidad con la que hacían las rifitas para financiar su origen pequeño burgués, mimetizado entre el proletariado que ahora han convertido en vasallos.

Ciervos de su poder minoritario.

Y mienten, mientras prevarican en todos los actos prevaricables en su ejercicio esencialmente prevaricador.

Mienten, con la misma sangre fría con la que han mentido siempre, como unos pinochos financieros que, en lugar de crecerles las narices, les crecen unas cuentas bancarias asombrosas.

Y, fundamentalmente, inexplicables.

Y junto con sus cuentas, y las narices, también siguen creciendo esas mentiras goebbelianas para que sean percibidas como verdades ineluctables.

Porque su credo ha sido siempre “si vas a mentir, miente en grande para que las mentiras se conviertan en verdades” proveniente del nacionalsocialismo hitleriano, expresado en «Cuánto más grande sea la mentira, más gente la creerá» concebido por Adolf Hitler en su obra, Mein Kampf.

Así también, todos sus descuidos y desmanes descubiertos por inocultables, son catalogados y difundidos como percepción por los numerosos medios comprados.

Porque en la percepción se halla la clave de su poder de minorías que se derrama como una inundación en los medios como ración de apoyo a la corrupción para hacerla percibir como mentira creíble.

Y, mientras su ostentación denuncia la corrupción y deja ver las mentiras increíbles, la propaganda trata de cubrir el olor putrefacto de la sociedad corrompida por el poder de unos pocos.

Y por el dinero inocultable otorgador de poder a ciertas minorías.

El poder de unos pocos que mienten mucho, mientras “se suben a la parra” para emboscar el presupuesto nacional.