El ministerio de Salud Pública, al enterarse que en el país vecini hay una víctima del Virus Mayaro, ha declarado que “vigila” al virus que trasmite esa nefasta enfermedad.
Ya están en los medios, sin establecer cómo es la vigilancia anunciada para un virus que no conocen y, además, en una frontera que nadie controla.
Pero ya están vigilando.
No se sabe si nos encontramos ante una declaración mediática para llenar requisitos y tranquilizar a la población que se ha manifestado alarmada por el descubrimiento de tal enfermedad tan cerca de nuestro territorio.
Escasamente, a una fusión.
Es una declaración que produce un efecto de miedo y aprehensión, recordando las mismas palabras frente a los virus del Chicungunya y del Sika, y que no evitaron los graves efectos en el pueblo que se encontró indefenso.
Porque nos tienen acostumbrados a operativos y declaraciones mediáticas para llenar espacios en la prensa en lugar de enfrentar los problemas con eficacia y la diligencia debida.
Por eso, parece apresurada la declaración de vigilancia, cuando no tenían noticias de ese fenómeno hasta escuchar sobre el mismo, precisamente por la prensa.
Y establecer una vigilancia epidemiológica es un poco más complicado que un “operativo”, un seminario o una rueda de prensa.
Porque la vigilancia epidemiológica es una materia ardua y complicada para cualquier país que tenga sus instituciones funcionando adecuadamente, incluyendo los controles migratorios.
Y, esos controles, precisamente, no han dado indicaciones de estar funcionando con efectividad en los últimos tiempos en nuestras fronteras aéreas, terrestres y marítimas.
Los chivos sin ley, son exactamente eso.
Es posible que los controles epidemiológicos puedan estar funcionando en los puertos aéreos, algo menos en los puertos marítimos y muy poco en los puertos terrestres, por la dejadez que se ha establecido en nuestras instituciones y que se comprueba todos los días en todas partes.
Y, con una frontera abierta para que “entren to’, caramba”, no es verdad que pueden establecerse controles para evitar que haitianos, cubanos, suramericanos y orientales, que usan cruzar libremente hacia nuestro país, puedan ser sometidos a escrutinios de salud pública.
Esa debería ser la cuestión.
Una cuestión de seguridad nacional, seria y urgente, como en todos los países que son responsables ante su sociedad.
Pero en los añosrecién pasados, se ha podido ver la inutilidad de tratar de evitar el contagio desde el “vecini país”.
No ha funcionado con la sífilis, filariasis, tuberculosis, y usted mencione las decenas de enfermedades que hemos importado por esa vía; muchas que hacía décadas que habían sido erradicadas de nuestro territorio, y que las declaraciones en los medios no pudieron evitar su contagio y propagación.
Y, más recientemente, por ejemplo, la infección del cólera explotó como una bomba biológica en nuestras poblaciones, demostrando que no hubo controles viables en la frontera para impedir su paso hacia nuestro país.
Aparte de la intención deliberada de inducir el contagio como castigo al rechazo a la penetración ingente de la población vecini.
Igual ocurrió con la propagación del Chicungunya, y con el Sika que eran síndromes desconocidos para los débiles sistemas inmunes de los dominicanos.
Y caímos como moscas fumigadas.
No hubo barrera alguna que pudiera detener la penetración de esas malignidades que han azotado a la población, causando muchos decesos entre los más vulnerables, ancianos, personas con patologías crónicas, e infantes vulnerables.
Con toda la vigilancia publicada en los medios.
“Dios nos coja confesados”, porque tampoco hay vacunas para esta nueva amenaza que parece que también tendremos que compartir con los vecinis.
Aunque Salud Pública haya estado vigilando.
Y esté vigilando ahora.