Desde que en 2013 rompiera en Wimbledon la maldición de 77 años sin títulos británicos en el All England, Andy Murray no había vuelto a ganar un título en Grand Slam. Para producir su tercera gran conquista en lo que se conoce como ‘major tournaments’, los eventos de Grand Slam, Murray tuvo que resistir y esponjar saques del canadiense Milos Raonic hasta a 236,5 km/h: 144 millas, plusmarca del actual torneo. Inutilizada la boca de fuego que es el monstruoso servicio de Raonic (solo cuatro saques directos, cuando llegaba a media de 23 por partido), Murray se impuso con suprema facilidad: 6-4, 7-6 (3) y 7-6 (2) en 168 minutos.
Tercer Grand Slam de Murray
Así selló Murray su tercera conquista en Grand Slam, trío que abrió con el US Open de 2012… y después de haber disputado también las dos primeras finales del año, en Australia y Roland Garros, ambas cedidas ante Novak Djokovic. Tras el líder serbio, que hoy celebra su aniversario de boda, Murray se consolida de sobra como el número dos del mundo. Federer se ve a menos de un mes de cumplir 35 años, y las noticias de Nadal se acabaron tras dos rondas en Roland Garros. Desde 2002 (Hewitt-Nalbandián) no veía el All England Club una final sin alguno del trio Federer-Nadal-Djokovic, presentes hasta hoy en 44 de las últimas 45 finales de Grand Slam: la excepción, Cilic-Nishikori, en el US Open de 2014.
Cuando va a caer el 50 aniversario del único título mundial futbolístico de Inglaterra, el 30-7-1966 ante Alemania Federal, en el viejo Wembley, fue Manolo Santana, el campeón de aquel Wimbledon de 1966 quien dio directa escolta a los Duques de Cambridge en la segunda fila del Palco Real de la Centre Court. Flanqueaban a Santana y a Guillermo de Inglaterra (con su esposa, Kate) el Primer Ministro británico, David Cameron, y campeones del calibre de Bjorn Borg, Boris Becker, Stefan Edberg o Chris Evert. Con su ‘asesor’ -sin credencial- John McEnroe en las cabinas de locutores, Milos Raonic miraba en su primera final de Grand Slam a un palco técnico ocupado por Carlos Moyá y Riccardo Piatti. En el de Andy Murray se sentaba (sin levantarse para nada) el impenetrable Ivan Lendl: campeón de ocho torneos de Grand Slam -nunca en Wimbledon- y fabricante del blindaje del actual Murray. Ahora, con alguna colaboración del viejo zorro australiano Tony Roche.
Desde el principio, la catedralicia arquitectura de Raonic crujió en la Centre Court de Wimbledon, la Catedral del tenis: fustigada por la segura movilidad de un Murray que le había ganado los cinco cruces anteriores y, bien recientemente, en la final del Queen’s Club. También, en sus dos únicos duelos en Grand Slam. El punto de rotura del primer set llegó, increíblemente… en un juego, el séptimo, en el que Raonic lanzó ese látigo de saque a 236,5 km/h (que Murray restó bien), además de otro par entre 227 y 230. Pero en ese primer set y como un antitanque, Murray restó el 74% de los pepinazos de servicio de Raonic, que no sirvió su primer ‘ace’ hasta los 35 minutos de final, en el noveno juego. Las subidas de Raonic a la red carecían de efectividad y buen porcentaje (46/74) entre el diluvio de ‘passings’ que Murray enviaba desde todos los ángulos. Fue extraordinario ver concluir el primer set con 86% de puntos ganados por Murray con primeros saques (18/21)… y solo 70% para Raonic: que ante Federer, por ejemplo, había consignado un 83% en este departamento.
Antes del ‘tiebreak’ del segundo set, Raonic había ganado cinco de los seis juegos de ‘muerte súbita’ que había ventilado con Murray. Así que, cuando el escocés gobernó con puño de acero este primer ‘tiebreak’, tras escapar con 6/1, el desenlace estaba servido, incluso antes de que llegara la segunda y definitiva ‘muerte súbita’ para el ingenuo gigantón Raonic, que no consumó ninguno de los dos puntos de ‘break’ a favor, ambos en el set final (0/2). Murray volvió a demarrar con 5-0 en el segundo ‘tiebreak’, y todo terminó con 6-4, 7-6 y 7-6. Murray (1/7 en puntos de rotura a favor) aventajó a Raonic, de modo casi impensable, en 20 puntos porcentuales sobre tantos ganados con primeros servicios: 87%-67%. Así, Andy firmó el 33% de puntos ante el mazo del primer servicio de Raonic: totalmente frustrado, como borrado…
Queda una anécdota que transmite mejor que nada la marca registrada de estoica, impenetrable solidez, que Ivan Lendl ha transmitido al actual Murray. Antes de la final preguntaron en la BBC a Lendl si había llegado a encontrarse durante el torneo con John McEnroe, su viejo archienemigo de 33 partidos casi a vida o muerte (Lendl ganó 19). «Creo que nos vimos un día en el vestuario, durante unos minutos», reveló Lendl, con cara de palo. Vino repregunta: ‘¿Y cómo fue el chateo, de qué hablaron?’. «No he dicho que siquiera llegáramos a hablar», respondió Ivan Lendl, ya con su media sonrisa de Christopher Lee. Bajo esa media sonrisa torva e implacable de Ivan Lendl anida el secreto del blindaje de Andy Murray, ya dos veces campeón de Wimbledon.