¡Cómo nos gusta el jaleo! La polémica, el lío, el follón, lo que sea con tal de que agite la coctelera y anime esa Fórmula 1 que en España vive domingos al ralentí. Afortunadamente, Sainz entró en los puntos, tras una excepcional remontada, y firmó un octavo que alivia un fin de semana torcido, con cambio de motor, rotura y arranque de carrera desde los suburbios de la parrilla (15º). Mientras, a Alonso vamos a dejarle tranquilo, ya tiene bastante con el error mayúsculo protagonizado el sábado por McLaren a la hora de montarle los neumáticos en la Q2 (aquello de errores de EGB…) y el fallo ya en carrera con el ERS. Fiasco tras fiasco hasta el &%#¿& final.
Así que frotémonos las manos y acerquémonos a ese fuego que alumbra a Mercedes, que casi quema. Ya los tenemos ahí, a Rosberg y Hamilton juntitos en la clasificación, separados por apenas 11 puntos tras la cita en Austria. La estrategia sonrió a Lewis y Nico, al resistirse a ello, cometió un error imperdonable. Forzó la acción, abrió su trayectoria y chocó con el W07 de su compañero de equipo. Pagó un precio altísimo, pues la acción le costó más a él que a Lewis. La cara de Toto Wolff era tan clara que le entendíamos aunque nos hablara en austríaco. «Así, no», venía a decir. «Así, sí», piensan muchos. La F-1 es lucha, vértigo, tracción, derrape, riesgo, adelantamientos… Y pretender servir ese plato como si fuera lonchas de pavo light no tiene sentido. Bienvenidos al Mundial.