No importa que la Constitución y las leyes del país garanticen mis derechos a “elegir y ser elegido”, transitar libremente, reunirme con quien quiera donde quiera, hablar y decir lo que pienso sin restricción alguna, protestar, hacer huelga, incluso invocar la desobediencia civil, me acojo a la promesa del presidente Danilo Medina, el nuevo perínclito del país, de no reprimir a la oposición.
La palabra de Danilo tiene más valor práctico que la Constitución y que cualquiera de sus leyes adjetivas.
Palabra de Danilo, “¡Te alabamos Señor!”, aunque esa palabra no tenga valor ni en las galleras donde se apuestan fortunas en las patas armadas de los pobres gallos.
Aun cuando empresarios, sacerdotes, medios de comunicación, bocinas, cornetas y velloneras le piden a la oposición –donde me encuentro- aceptar el fraude como una bendición y esperar cuatro años más como una maldición, es inaceptable.
Los informes de la Organización de Estados Americanos (OEA), de la Unión de Naciones Suramericana, (Unasur), de la Unión Interamericana de Organizaciones Electorales (Uniore) y de Participación Ciudadana (PC), no pueden ser ignorados o desconocidos. Sería como intentar ocultar el sol con un dedo. La evidencia no miente.
Esas entidades coinciden en señalar, en lenguaje diplomático, por supuesto, que hubo muchas irregularidades (por no llamarle fraudes) que ameritan organizar nuevas elecciones bajo el amparo de otra Junta Central Electoral y otro Tribunal Superior Electoral, dada su parcialidad durante el proceso.
Invito a los ciudadanos dignos, éticos, no importa su partido, a que lean los informes de estos organismos para que se percaten de la realidad, para que vean que no se trata de un simple “pataleo” o un intento por dañar la imagen de nadie. Verán que el fraude es inocultable a pesar del silencio de los medios de comunicación y de la complicidad de quienes nos piden que nos crucemos de brazos.
La oposición no puede, sin faltarse el respeto ni faltárselo al pueblo, a la verdad y la razón, reconocer el “triunfo” de Danilo Medina, ni de nadie, por todas las irregularidades (fraudes) que se han podido evidenciar. Las pruebas están ahí, los hechos no mienten.
No se trata de conteo o reconteo de votos desaparecidos junto con las actas, las valijas y las urnas, boletas alteradas y planchadas, lo que procede es anular las elecciones, y en un plazo prudente, en un ambiente de equidad y transparencia, volver a las urnas. Es lo justo.
Si las autoridades no responden, entonces la oposición tiene más que el deber la obligación de actuar acogiéndose a la palabra santa de Medina de no “reprimir” (cosa que dudo) a la oposición por organizar, dirigir y encabezar las protestas que se avecinan.
Si bien los partidos de oposición no se unieron durante la campaña, como reclamamos muchos, ahora es impostergable. Si permite el fraude porque lo pide la iglesia, algunos empresarios y medios de comunicación, como en el 2012 y en otros comicios, lo sucederá igual en el 2020, porque hablan de otra modificación constitucional para la reelección. (Si Leonel se opone de nuevo, le traerán al Chapo Guzmán en un túnel submarino).
El fraude electoral es inaceptable. Es cuestión de principios rechazarlo y luchar en su contra. ¡Ahora o nunca!
El Partido Revolucionario Moderno, como mayoritario, con Luís Abinader a la cabeza, tiene que recomponerse orgánicamente y darse una fisonomía que lo distinga del resto y lo convierta en la verdadera esperanza nacional para encabezar la oposición y luchar en favor del pueblo, nunca en contra.
¡Ahora o nunca!