Desde 1983, solo nueve jugadoras clasificadas más allá del Top 100 en el circuito femenino habían alcanzado los cuartos de final en Roland Garros. La décima es la estadounidense Shelby Rogers (número 108 del WTA Tour, 13-12-1992, Mount Pleasant, South Carolina)… y que hasta llegar a París había perdido 17 primeras rondas, una detrás de otra. Pero Rogers se ha soltado el pelo entre la lluvia del Bosque de Bolonia y ha barrido del torneo a una ilustre lista: Karolina Pliskova, Elena Vesnina, nada menos que Petra Kvitova, y en octavos, la rumana Irina Camelia Begu, ¿penúltimo? milagro de esta Cenicienta: que chocará mañana en cuartos con lo que ahora parece un tren expreso a todo vapor: Garbiñe Muguruza.
Dirigida por el técnico Marc Lucero, Rogers ha saludado cada hazaña con tantas lágrimas (“Lloro fácilmente por casi todo”, dice)… que Marion Bartoli ya le llevaba un pañolito cuando la entrevistó en la Lenglen tras fulminar a Begu. De algo está segura Shelby: “Ante Muguruza no tendré presión. Ni nada que perder”.