SANTO DOMINGO. La pena se mezcló con indignación, e hicieron brotar lágrimas a más de uno de los que ayer, Día de las Madres, acudieron al cementerio a visitar a sus progenitoras ya fallecidas, y encontraron la sorpresa de que habían removido la tumba o la habían destruido.
Uno de los que lloró amargamente fue Genaro Francisco Blanco. Llegó al cementerio de la Máximo Gómez con flores en las manos y planes de pasar, por lo menos una hora sentado al lado de la tumba de Ana Carlixta Jiménez, su madre, fallecida en el 2009.
Lo que encontró lo sobresaltó. La parte superior de la tumba fue destruida y los restos de su vieja quedaron al descubierto. Nervioso y empapado en lágrimas y sudor por el incandescente sol del mediodía, intentaba remover algunas piedras de encima del cráneo, al tiempo que se preguntaba quién y por qué hizo algo así.
Ni siquiera pudo colocar las flores que compró por uno 200 pesos al llegar para adornar la tumba de su madre.
En medio del calor, de los cientos de personas que caminaban entre tumbas con flores y velones en las manos para recordar a sus madres y de la oferta comercial cada vez mayor que se genera en el camposanto, José Julio Abreu Hernández se movía de un extremo a otro buscando un responsable de que la tumba de su madre la removieran y en su lugar ahora reposa desde hace menos de dos semanas otra señora.
Detrás de José Julio, le seguían sus hermanas Bernarda y Leonidas, llorando porque ni siquiera tenían dónde depositar las flores que pretendían, pues lo que encontraron a un lado del lugar que hace unos 35 años compraron para del reposo eterno de su mamá, fue un montón de escombros con pedazos de cemento que ellos asumen eran parte de la cruz que identificaba la tumba.
No obstante estos casos, fueron cientos los que ayer pudieron recodar a sus madres, tías y abuelas desde el camposanto, tanto en el Máximo Gómez como en el Cristo Redentor, depositando sus flores y presentando sus rezos y plegarias al cielo por su eterno descanso.