Por: Ramón Antonio Veras
I.- El político sin principios en busca de ganancias.
1.- Las personas físicas, una vez intervienen en política motivadas por conveniencias personales son impulsadas a ejecutar todas clases de acciones para lograr las ventajas que persiguen, sin importar las consecuencias. El interés particular es su norte, y nada las detiene en sus designios.
2.- En nuestro medio se comprueba con suma facilidad los esfuerzos de toda índole que desarrollan aquellos que están en política en procura de ocupar un cargo electivo, con la única finalidad de sacar algún provecho del presupuesto nacional. Emplean los medios más absurdos y hasta los más temerarios y despreciables para sentirse satisfechos en sus pretensiones.
3.- La política como actividad comercial es ejecutada con la idea de obtener ganancia, y quien la practica con ese fin pecuniario, no tiene límite alguno para alcanzarla; su mente la pone a funcionar políticamente en la línea de embolsarse la mercancía dinero teniendo como fuente el aparato estatal.
4.- Los principios del negociante de la política giran alrededor de las normas del rendimiento; los frutos que recibe por su intervención los valora partiendo de su esfuerzo para ganar, que es lo que le mueve su voluntad hacia el anhelo de sentirse un ganador político, y el placer de saciar su apetito económico.
5.- El político consciente de que debe su progreso económico a la politiquería, no es un improvisado en el accionar político; llegó a ella a buscar mejor vida y a esta se entrega en cuerpo y alma; la vive como un sacerdocio, es su ministerio; busca prevalecer en lo que está y le deja beneficios, está en disposición de hacer o deshacer; actuar con alegría o pena, aliento o desaliento, pero eso sí: nunca derrotado.
II.- Al concluir el proceso electoral
6.- Los procesos electorales son escenarios propicios para conocer el comportamiento de los políticos, porque en ellos demuestran que saben en lo que están. Los ambientes electoreros permiten conocer la esencia, el material de que está hecho el político habitual desde el punto de vista de su conducta, y de lo que es capaz de hacer en nombre de vencer y no salir perdedor ni fracasado en sus objetivos.
7.- Lo que hemos visto luego de concluidas las votaciones del 15 de mayo, en lo que se refiere a los alegatos de fraudes, alteraciones, desviaciones, trastrueques, distorsiones, y cuantas calificaciones de trampas, artimañas, estratagemas, celadas, malas mañas y peores artes politiqueros, son expresiones propias de grupos, entre los cuales hay personas que seriamente defienden sus posiciones, y otras que entran en la politiquería de ratonera, carnada, tahurería y trampillas.
8.- Lo mejor de nuestro pueblo cada vez comprende más y mejor, el nivel de irrespeto a que ha llegado aquí la política clientelar. Se ve con claridad que en las rebatiñas están sectores de bien, así como también embaucadores y fulleros; jugadores de ventajas, marrulleros, embudistas y tramoyistas; nada de limpios y honrados.
9.- Lo que en verdad se llama pueblo dominicano no debe ser indiferente a los reclamos que hacen los sectores consecuentes con posiciones políticas de principios, pero sí caso omiso a las rebatiñas de los que activan en la politiquería por conveniencia e intereses grupales. Las fuerzas motrices dominicanas que constituyen reservas de decencia están justificadas a moverse para que se respeten las expresiones políticas que constituyen puntos de avance.
10.- Las ciudadanas y ciudadanos dominicanos deben dedicarle tiempo, a darle seguimiento a asuntos que contribuyen al adecentamiento de la vida pública del país, y a la institucionalización, porque lo que no aporta a la lucha social y política de nuestro pueblo, debe dejarse aparte, fuera de agenda, no tomarlo en consideración, desprenderlo del cerebro.
11.- Al intervenir en asuntos ocurridos en determinadas coyunturas hay que manejarse con mucha habilidad política, porque una cosa es lo que lesiona a las organizaciones democráticas, y otra muy distinta es la dificultad que pueda tener un partido de negocio, como consecuencia de un engaño de que ha sido víctima, hecho por un victimario de igual conducta a la suya.
12.- La política en sociedades integradas por diferentes clases sociales tiene muchas aristas, por lo que en conflictos políticos ausentes de principios éticos, y dominados por alevosía, duplicidad y tigueraje entre felones, nada tienen que buscar los nobles, leales, fieles y francos. El ir de un partido a otro, entrar y salir con una chaqueta y regresar con otra, vaguear de organización en organización, son movidas aceptadas entre fulleros, chocarreros, chamarilleros y marrulleros.
Reflexiones finales
a.- La política ejercida para la materialización de ideales, y llevada a la práctica por personas sensibles y de proceder correcto, es una actividad bonita que llena de satisfacción a quienes en ella intervienen; pero su esencia cambia cuando es accionada por individuos que procuran lucrarse, porque entonces se pone fea, repugnante y rodeada de todo lo pecaminoso que puede desarrollar el ser humano influenciado por las lacras sociales.
b.- Una vez en nuestro medio la política se convierte en gestión remunerativa, sus actores la trabajan con fines de ganancias económicas; la ven como un quehacer, un oficio a seguir según las normas comerciales; la consideran dependiendo de las necesidades para recibir amplias ganancias, no importan los medios lícitos o ilícitos, limpios o sucios, nobles o gansteriles, morales o inmorales, honestos o deshonestos. Lo que les importa es obtener beneficios, aunque para alcanzarlos los métodos sean los más despreciables.
c.- En procesos electorales sin reglas claras de decencia, con muchos actores que son truhanes, la mercancía dinero como norte, y el voto como arma principal a lograr, no cabe duda de que necesariamente tienen que desempeñar papel de primer orden el ardid, la trampa, la argucia, la manipulación, la artimaña, el enredo y la triquiñuela.
d.- Unas votaciones efectuadas en un medio social agrietado ética y moralmente, y con normas que descansan en quien tenga más dinero, tienen que resultar pecaminosas, escandalosas, vergonzosas, obscenas, censurables, y sin limpieza ni virtud alguna. La característica propia de un acto político insano, maligno y pernicioso, no puede ser beneficiosa ni saludable para una sociedad supuestamente civilizada.
e.- Los dominicanos y dominicanas aspiran a una democracia que sea limpia, funcional e institucional, no como la que estamos padeciendo que es la obra de los que se mueven en la politiquería de engaño, falta de fidelidad, jugadores de barajas marcadas, y a dos bandas. El accionar político de los hombres y mujeres de bien es extraño a felonía, doblez, falsía y la puñalada trapera.
f.- Aquel que guía su trabajo político con reglas claras y movidas nítidas, rechaza la politiquería opaca, que es la que conduce a conflictos entre quienes tienen la política como medio para resolver sus problemas personales. El político diáfano, transparente y claro en su línea de proceder, difiere de aquellos que son confusos, indefinidos, muy adecuados a las actuaciones imprecisas y perversidades toleradas en ambientes políticos de hampones.
g.- Todos aquellos que aquí aspiran a que la política nacional cambie en el accionar gansteril, tienen en estos momentos justos motivos para continuar activando; exigiendo que el ambiente político deje de ser dominado por gavillas, por montones de individuos sin ningún concepto de lo que es honradez, honestidad, respeto a los demás y civismo.
h.- Los vagabundos políticos tienen al pueblo dominicano harto, exasperado hasta el gollete. El hedor, el asqueo, el desencanto, la irritación por la tanta porquería politiquera tienen a las personas decentes cansadas hasta la coronilla, incómodas, fastidiadas de tantos desafueros. La degeneración política no puede seguir como hasta ahora, que de tan podrida genera repugnancia, aborrecimiento permanente.
i.- Con motivo de las votaciones recién finalizadas, lo que está saliendo a relucir en el ambiente político nacional es la parte cochina de la politiquería, poniéndose en evidencia que el interés de la comunidad en general no cuenta para algunos, sino lo que es de su exclusiva conveniencia.
j.- Por el estilo de hacer política huérfana de honestidad personal y el buen ejemplo a los demás, estamos ahogados; estrangulados de inconductas y prácticas corruptas reiteradas. Es una constante que cada vez que concluye una votación, lo que sigue es un espectáculo deprimente, obra de muchos actores políticos que demuestran estar educados en desavenencias de bajo fondo.
k.- El medio político dominicano cada día se convierte en lugar ideal para que actúe el que moralmente no sirve, y tiene muy poco o nada que exhibir como virtud cívica. Está presente el desecho social, reflejándose así el agrietamiento moral de esta sociedad de permanentes actuaciones politiqueras que angustian al ser humano decente.